Ciudad de México, 28 de febrero 2021, - El internista mexicano, Carlos Pech, muestra en su tableta una fotografía del equipo de cuidados intensivos al que pertenece, celebrando con un paciente su alta médica, luego de que convaleció intubado por la COVID-19.
El enfermo, que en la fotografía aparece en una cama rodeado de personal enfundado en traje protector, era un médico que formó a Pech en sus días de residente, y que se contagió del virus en labores, quedando bajo los cuidados de su alumno.
Después de un año luchando contra la COVID-19 en un hospital público de la Ciudad de México, Pech ha acumulado muchas historias en torno de la pandemia, pero afirmó que la experiencia que más lo ha marcado es que junto con sus compañeros pudo sacar adelante a su maestro.
"Esa persona me formó, es mi médico adscrito cuando estaba yo estudiando terapia intensiva. No es nada bonito que tengas que decidir qué va a pasar con su vida", contó a Xinhua el especialista.
México cumplió este 28 de febrero un año de que anunció su primer contagio de COVID-19, una pandemia que ha cambiado la vida en muchas ciudades del país, enlutado a miles de familias y golpeado a los profesionales de la salud.
Pech labora en la unidad de cuidados intensivos (UCI) del Hospital Regional "1° de Octubre", en el norte de la capital, la entidad más afectada del país.
México llegó al primer año de pandemia con más de 2 millones de casos confirmados y 185 mil muertes a escala nacional, reconocidas por la autoridad.
El hospital fue reconvertido para destinar la mayor parte de su capacidad a atender contagiados, por Covid-19 con algunos días a lo largo del año en que el área de Pech estuvo llena y con lista de espera de pacientes, recordó.
Narró que para él ha sido duro que familias enteras fallezcan hospitalizadas, sin que sobreviva algún pariente al cual pueda dirigirse para dar informes.
Pech no contrajo el virus en este tiempo, pero tres intensivistas con los que trabaja enfermaron y ocuparon camas de la UCI, al igual que médicos de otras especialidades, uno de los cuales falleció.
"El ver morir a alguien que estimas y el no poder ayudarle más, no porque no tengas el conocimiento, sino porque de verdad ya no se puede, es muy frustrante y muy duro", expresó.
Ante el costo que los profesionales de la salud han pagado, para el internista es incomprensible que una parte de la población no se cuide de los contagios, e inclusive un año después personas duden de la existencia de la pandemia.
Pacientes han abandonado la atención en el hospital alegando que la COVID-19 es una mentira, aunque los médicos les muestran los estudios de su enfermedad, indicó.
Pech fue vacunado dentro de la primera etapa de la campaña de vacunación que México inició en diciembre pasado, pero dijo que continúa llevando consigo una mochila con toallas desinfectantes y otros insumos cuando sale de casa o el hospital.
"Ha sido una carga psicológica fuerte, a veces, hay días, en que se levanta uno y piensa si es necesario seguir trabajando", indicó el internista, y agregó: "Tenemos que aprender a evolucionar y adaptarnos".
La pandemia ha dejado más de 3.200 defunciones en personal de salud en México, un país que con los 185 mil 257 dmuertos acumulados ocupa el tercer lugar mundial con más muertes, detrás de Estados Unidos y Brasil.
Alrededor de 490 trabajadores sanitarios murieron sólo en enero pasado, cuando México atravesó por el peor pico de hospitalizaciones, contagios y decesos de la pandemia tras acelerarse la propagación en diciembre, según datos de la Secretaría de Salud.
La psicóloga y neuropsicóloga Lucía Ledesma, quien atiende a personal y pacientes en las áreas COVID-19 de otro hospital de la capital, dijo que el año de pandemia ha sido una "vorágine de emociones" que puso a prueba la resiliencia de los trabajadores.
Durante el año, el personal ha atravesado por acostumbrarse a portar el traje protector, enfrentar decesos de pacientes e informar a sus preocupadas familias, lidiar con contagios y despedir a compañeros caídos o incluso familiares, dijo.
"Han sido momentos muy complicados", manifestó la doctora que labora en el Centro Médico Nacional "20 de Noviembre", perteneciente al Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE).
Ledesma describió las áreas de atención a contagiados como entrar a una realidad alterna tipo "Matrix", donde la atmósfera psicológica por la angustia de enfermos y las duras jornadas podría ser comparable con las de situaciones de guerra o catástrofes naturales.
La experta aplicó en el centro médico donde labora, ubicado en un barrio comercial de la ciudad, un programa de ayuda humanitaria y asistencia emocional para trabajadores que después se amplió a 100 áreas de COVID-19 de 16 hospitales a lo largo del país.
Para el protocolo, pionero en el mundo, Ledesma incorporó un perro coterapeuta llamado Harley "El Tuerto", un simpático can de raza Pug que despierta sonrisas entre los abrumados profesionales, contribuyendo a reducir su ansiedad.
En el recorrido, se ha encontrado que los trabajadores sanitarios muestran síntomas de ansiedad, angustia, depresión, miedo, trastornos de sueño, estrés agudo y cansancio físico y emocional, enumeró Ledesma, también jefa nacional de Salud Mental del ISSSTE.
Expuso que algunos profesionales muestran indicadores iniciales de los síndromes de "burnout" o de fatiga por compasión, detonados por una sobrexposición al sufrimiento humano sin descanso y con momentos de alta frustración.
"Las situaciones que experimentamos como personal sanitario en donde no encontramos resoluciones favorables detonan este síndrome de fatiga por compasión, que es una especie de desesperanza psicológica donde no se encuentra horizonte o salida", explicó.
Los trabajadores suman además frustración, enojo o desánimo cuando salen a la calle después de su jornada y observan a personas que no se protegen ante el virus.
Ledesma dijo que se ha vuelto una especie de antropóloga social, porque los hospitales concentran muchas reacciones frente a la pandemia, entre ellas también compañerismo, satisfacción y una felicidad despertada por la reciente vacunación a los trabajadores sanitarios.
"Me queda claro, por lo menos a esta altura, después de un año de la pandemia, que las personas que continuamos en áreas COVID, trabajando desde nuestras especialidades, tenemos una característica fundamental que en psicología llamamos resiliencia", afirmó.