ESPAÑA, miércoles 30 de junio 2021.- Un grupo internacional de científicos ha desarrollado una nueva estrategia contra el paludismo: la inoculación de un parásito, combinada con un fármaco profiláctico. El ensayo se ha realizado en un grupo de 56 voluntarios sanos.
Una de las mayores dificultades para el desarrollo de la vacuna contra la malaria es que no existen modelos animales apropiados y, por esta razón, es necesario realizar ensayos clínicos en poblaciones endémicas. Mujeres embarazadas y niños de estos lugares son los grupos más vulnerables a la enfermedad.
La picadura de mosquitos infectados por el parásito Plasmodium falciparum propaga la enfermedad a través de unas formas parecidas a esporas –denominadas esporozoítos–, que logran introducirse en el hígado de la persona infectada y replicarse dentro de unas células denominadas hepatocitos. Después, muchos miles de parásitos infecciosos se liberan en el torrente sanguíneo, donde infectan los glóbulos rojos, se multiplican aún más y causan la enfermedad.
Un equipo liderado por Patrick Duffy, científico del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas de EE UU (NIAID, por sus siglas en inglés), ha logrado inmunizar a 56 voluntarios adultos sanos con esporozoitos infecciosos químicamente debilitados.
“Se trata de una vacuna de parásitos vivos. Es decir, cuando la inoculamos no están atenuados. La forma en que logramos debilitarlo es que las personas que se vacunan reciben fármacos y son esas drogas las que atenúan el parásito”, afirma a SINC Duffy.
El ensayo consistió en administrar la vacuna para, días después, recibir una dosis de pirimetamina o cloroquina, dos fármacos profilácticos que matan los parásitos en fase hepática y en fase sanguínea, respectivamente. Los resultados se publican en la revista Nature.
“La actividad de la vacuna se debe únicamente a la respuesta inmunitaria que se desarrolla. Los fármacos administrados no contribuyen específicamente a la protección a largo plazo”, aclara el investigador.
Los científicos evaluaron la eficacia contra la cepa homóloga –la misma de la vacuna– y una heteróloga –una cepa diferente– contra la infección controlada de malaria humana tres meses después de la inmunización.
“El parásito que usamos como vacuna –la cepa NF54– ha sido estudiado desde la década de 1970 y es bien conocido en África. De esta forma, sabemos que es muy sensible a los dos medicamentos administrados. También se ha utilizado durante años para hacer lo que llamamos infecciones controladas de voluntarios humanos”, indica Duffy.
Cuanto mayor es la dosis, más eficaz
El equipo evaluó el efecto de diferentes dosis de la vacuna. “Esto implica que cambiamos la dosis del parásito, pero seguimos utilizando la misma cantidad del fármaco”, añade el experto. Así, las dosis más altas se asociaron con niveles crecientes de efectividad de la misma. En este sentido, se logró una eficacia de hasta el 87,5 %.
Respecto a las respuestas a una cepa diferente del parásito, la combinación con una dosis elevada de cloroquina logró una protección de inmunización con esporozoítos infecciosos del 100 % contra la cepa 7G8, que se encuentra en Brasil, en seis individuos durante hasta tres meses.
“Nos sorprendió ver el alto nivel de eficacia contra un parásito sudamericano. Realmente, la protección superó nuestras expectativas”, afirma el investigador. Esta demostración de la llamada protección heteróloga es importante porque una vacuna eficaz debe proteger contra una gama diversa de cepas de P. falciparum que circulan naturalmente.
“Creemos que debería funcionar bien contra muchas variantes en África, porque la cepa sudamericana es muy diferente y, sin embargo, la gente estaba protegida”, continúa el científico. En la actualidad, Duffy colabora con en la Universidad de Bamako, en Malí, para probar la eficacia en una comunidad que tiene una intensa transmisión estacional de la malaria en adultos.
“Como con cualquier producto de investigación, tenemos que ampliar el número de personas en los ensayos y el enfoque de la infección de malaria en un grupo humano controlado. Ahora, debemos probarlo en comunidades que están infectadas naturalmente. Esperamos que esos resultados estén disponibles a finales de este año”, puntualiza.
Una lucha contra la enfermedad que se estanca
Según los autores de la investigación, el descenso mundial de la malaria se ha estancado, lo que pone de relieve la necesidad de vacunas que induzcan una inmunidad esterilizante duradera.
“Ha habido una gran inversión en distribuir herramientas para controlar la malaria. Desde asegurar que las mosquiteras lleguen a las comunidades, a asegurar que las reservas de medicamentos estén disponibles. Ha sido un esfuerzo global. Sin embargo, ahora se ha detenido y creo que refleja los límites de los instrumentos existentes”, indica Duffy.
Pero, además, otra de las preocupaciones es que los mosquitos se están volviendo más resistentes a los insecticidas que se utilizan y también los parásitos a los medicamentos que se emplean para combatirlo.
“El problema es más grave en los países africanos que tienen la mayor carga de malaria. De hecho, en algunos de ellos la situación ha retrocedido y la malaria ha aumentado”, concluye el científico.