ESPAÑA, lunes 5 de julio 2021.- Las evidencias acumuladas hasta ahora apuntan a que las defensas contra la covid-19 de las personas que ya lo han superado duran años. Los inmunólogos apuestan por que las vacunas generen una protección igualmente duradera, que se comprobará con el paso del tiempo.
¿Cuánto duran las defensas que genera naturalmente el organismo después de la infección por el SARS-CoV-2? ¿Cuánto las que induce la vacuna? La respuesta rápida es: no se sabe todavía. “El corto periodo de relación del SARS-CoV-2 con el ser humano hace que se desconozca aún la duración de la memoria inmune y la inmunidad protectora después de covid-19 y en respuesta a las vacunas covid-19”, se afirma en un reciente informe del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias (CCAES).
Pero, aunque el conocimiento sólido aún no esté disponible, el esfuerzo de inmunólogos de todo el mundo en año y medio de pandemia empieza a dar sus frutos.
Los primeros trabajos con datos de pacientes casi un año después de la infección apuntan “hacia lo que los inmunólogos defendemos, que la infección por SARS-CoV-2 puede generar en la mayoría de los sujetos una inmunidad protectora por mucho tiempo”, afirma Marcos López Hoyos, presidente de la Sociedad Española de Inmunología (SEI).
En cuanto a las vacunas, “esperamos que puedan inducir un fenómeno semejante, aunque aún no está demostrado y debe comprobarse”, dice López Hoyos.
También para Manel Juan, jefe de Servicio de Inmunología del Hospital Clínic, lo más probable “mientras no se demuestre lo contrario (y no cabe esperar que sea distinto)”, es que la inmunidad generada por las vacunas sea igualmente duradera.
El primer obstáculo para alcanzar certezas en este punto es —ya se ha dicho— nuestro escaso tiempo de convivencia con el SARS-CoV-2. Pero hay más desafíos, relacionados con la propia complejidad de la respuesta inmunitaria humana.
Memoria inmunitaria
La respuesta defensiva humana tiene muchos actores, cada uno con funciones específicas. Para evaluar su duración una vez superada la infección los inmunólogos se centran en la inmunidad llamada adquirida o adaptativa, que permite el desarrollo de la memoria inmunitaria: el sistema recuerda los patógenos a los que se ha enfrentado y ante una nueva amenaza de infección genera rápidamente las armas específicas para neutralizarlos -por ejemplo, los llamados anticuerpos neutralizantes.
Entre los agentes responsables de la memoria inmunitaria están los anticuerpos, producidos por los linfocitos B; los linfocitos T cooperadores, o T-helper; los linfocitos T citotóxicos; y otras células que adquieren su especificidad a través de los anticuerpos.
Grandes diferencias entre individuos
Al desafío que supone analizar el comportamiento de cada uno de estos elementos se suma el hecho de que la respuesta inmunitaria varía mucho de una persona a otra. Esto, según se ha observado, es especialmente acusado en el caso del nuevo coronavirus.
“La característica definitoria de la memoria inmune de la covid-19 es la heterogeneidad”, señala el informe del CCAES. “Los distintos compartimentos de la respuesta inmune, los anticuerpos específicos frente al virus, las células B de memoria, las células T CD4 + de memoria y las células T CD8 + de memoria, presentan patrones diferentes en los distintos individuos y a lo largo del tiempo”.
Aun así, varios estudios han evaluado ya la memoria de los linfocitos T y B a los seis meses o más después de la infección. “Al evaluar específicamente las células T a los seis meses después de la infección en 95 sujetos, un estudio encontró células TCD4 + de memoria en el 90% de los casos y células TCD8 + de memoria en el 70% de los casos “, añade el informe.
A largo plazo
Otros trabajos hallan resultados similares. La evidencia, en conjunto, apunta a que las células B de memoria incluso aumentan con el tiempo. Medio año después de la infección estas células no solo han crecido en número, sino que experimentan “una maduración por afinidad y expresaron anticuerpos neutralizantes de mayor potencia”, resume el documento del CCAES.
En mayo, otra publicación en Nature también concluía que la inmunidad a largo plazo es una realidad. El estudio, con 88 personas, concluye que incluso las que han superado la infección con síntomas leves generan defensas “robustas duraderas”.
Adaptarse a cambios en el virus
“Esto es lo habitual en todas las infecciones exitosas, donde la respuesta inmunitaria puede eliminar al patógeno”, explica Manel Juan. “Cuando el patógeno desaparece, la cantidad de anticuerpos disminuye, pero no la memoria inmunitaria. Esta memoria permite incluso adaptar la respuesta a variantes del patógeno que inicialmente no sean del todo reconocidas por el sistema inmunitario. Por esta característica, el sistema inmune específico también se llama adaptativo”.
El reciente trabajo en Nature describe por primera vez la presencia de las llamadas “células plasmáticas en médula ósea de larga vida” (Bone Marrow Long Lived Plasma Cells) tras la infección del SARS-CoV-2, también a los 11 meses de la infección.
Células productoras de anticuerpos neutralizantes
Como explica Marcos López Hoyos, “son células que se producen tras la primoinfección, son productoras de anticuerpos neutralizantes y con gran capacidad protectora frente al virus, que anidan en médula ósea y que, aunque hasta ahora se han detectado once meses después, es muy probable que sobrevivan durante años y quizás toda la vida”, añade.
Para Juan, estos resultados “como siempre, necesitan la confirmación real, que es esperar años. Pero sí que son muy consistentes y debe considerarse así hasta que no se demuestre lo contario. Sería una gran sorpresa científica que hubiera al final un comportamiento distinto con una duración por debajo de décadas”.
De la misma manera concluye el informe del CCAES: “A la espera de nuevos estudios, con los datos disponibles hasta ahora, es probable que la memoria de las células T, la memoria de las células B y los anticuerpos persistan durante años en la mayoría de las personas infectadas por el SARS-CoV-2”.