“Hay que ser sensibles a las enfermedades raras porque a todos puede tocarnos de cerca”
México, 28 de febrero de 2022.- Eva Bermejo es la nueva directora del Instituto de Investigación de Enfermedades Raras del ISCIII, que estudia la frecuencia, distribución, origen y progresión de este tipo de patologías. “El sufrimiento de los pacientes es tremendo, así que todos los esfuerzos que hagamos son pocos”, afirma.
Las enfermedades raras (ER) o poco frecuentes son aquellas que tienen una baja prevalencia en la población. De hecho, para ser considerada así solo puede afectar a menos de 5 por cada 10.000 habitantes. A pesar de esto, son muchas las personas que conviven con ellas en todo el mundo.
Una de las mayores expertas en España es Eva Bermejo, quien tomó su cargo como directora del Instituto de Investigación de Enfermedades Raras (IIER) del Instituto de Salud Carlos III (ISCIII) a principios de enero. Doctora en Genética Humana por la Universidad Autónoma de Madrid, coordina también el Estudio Colaborativo Español de Malformaciones Congénitas (ECEMC) y es directora científica del Biobanco Nacional del Instituto desde 2015.
Entre sus objetivos a corto plazo está el actualizar la estrategia del IIER para alinearse lo máximo posible con los objetivos del Consorcio Internacional para la Investigación en Enfermedades Raras (IRDiRC) y con la reciente Resolución de Naciones Unidas para abordar los Retos de las Personas que Viven con una Enfermedad Rara y de sus Familias, “siempre teniendo a los pacientes como eje de toda la actividad del centro”.
Se trata de más de 300 millones de individuos afectados en el mundo, 3 millones de ellos en España, ya que se estima que existen más de 7.000 de estas patologías, de las cuales se han identificado por el momento 6.172, según los datos del informe Orphanet –una base de datos europea sobre ER y medicamentos huérfanos–.
Uno de los principales problemas empieza por su identificación. Como indica la Federación Española de Enfermedades Raras (FEDER), un paciente afectado espera una media de 4 años hasta obtener un diagnóstico, y en el 20 % de los casos transcurren 10 o más años hasta lograr el dictamen adecuado. Así, en este tiempo el paciente ve como su enfermedad se agrava el 31,26 % de las veces.
“En general, son patologías poco conocidas en los sistemas sanitarios y su identificación suele requerir bastante tiempo. Los pacientes pasan por diversos servicios hospitalarios porque se ven aquejados de múltiples molestias de distinta índole. Después de hacer todo ese periplo, al final muchos se ven sin un diagnóstico definido”, afirma Bermejo. “Pero incluso en los que sí lo tienen, la mayoría no cuenta con una terapia específica”.
“Nosotros tratamos de identificar la enfermedad con el fin de que se pueda atajar en su origen, no en sus manifestaciones. Porque de esta manera es probable que podamos prevenir que aparezcan determinados síntomas o complicaciones derivadas de todos esos problemas”, añade.
La importancia de registrar a los pacientes
Tanto la falta de un diagnóstico, de que este sea tardío, no tener una terapia o unos medios asistenciales específicos afecta a la calidad de vida del paciente y a la de todo su entorno.
“No hay muchos pacientes afectados por cada una de las ER existentes y eso dificulta tanto la atención sanitaria como la investigación. Si queremos obtener conclusiones de utilidad no podemos estudiar a un solo paciente. Necesitamos al menos varias personas afectadas, pero incluso con las colaboraciones mundiales que mantenemos con otros países puede ser realmente muy difícil”, continúa.
Aunque se estima que alrededor del 4 % de la población tiene alguna enfermedad rara, es difícil establecer su prevalencia. “Si estas personas no están registradas es difícil dar visibilidad al problema ni cuantificarlo”.
Así, entre las unidades de investigación del IIER están el Registro de Pacientes de Enfermedades Raras, el Programa de casos sin Diagnóstico (SpainUDP) y el Biobanco Nacional de Enfermedades Raras (BioNER). “Cabe la posibilidad de que, con la evolución de las técnicas, dentro de un tiempo podamos proporcionarles una nueva oportunidad que no tuvieron en su momento”, apunta Bermejo.
También son patologías que producen una mortalidad precoz con mucha frecuencia. “Son personas con las que tenemos la espada de Damocles: si no encontramos un tratamiento puede empeorar de forma irreversible o, incluso, fallecer”, subraya.
Puntos clave para mejorar
El IIER participa desde 2019 en el Programa Conjunto Europeo de Enfermedades Raras (EJP RD), en el que se abordan todos los aspectos para facilitar la investigación sobre enfermedades raras. “Son necesarios muchos avances y que estos lleguen a los pacientes lo antes posible. Nos planteamos mejoras tanto en el área de diagnóstico, como en el tratamiento y cuidados. También en el registro, para que sea más fácil investigar”, declara.
La atención de los pacientes es igualmente clave. “Son enfermedades generalmente progresivas, lo que significa que cuanto antes se detecten, mejor. Pero tanto si se consigue un diagnóstico como si no, hay que hacer un seguimiento de la salud de estas personas: atajar los problemas que les aquejan y proporcionarles tratamiento —si es que existe— y vigilancia específica de acuerdo con la enfermedad que padecen”, puntualiza Bermejo.
“Para eso es necesario que se conozcan muy bien cada una de las patologías. Por ello, se están creando cada vez más unidades especializadas en las cuales se puede realizar el seguimiento de las personas diagnosticadas. Pero hay un largo camino todavía por recorrer, ya que es difícil abordar más de 6.000 ER”.
Terapias génicas y sus limitaciones
En la actualidad, hay multitud de tratamientos para estas patologías, aunque los más prometedores tienen que ver con la terapia génica, una forma experimental que utiliza la transferencia de genes a la célula de un paciente para curar una enfermedad. No obstante, también hay que reconocer sus limitaciones.
“Aunque es cierto que son muy esperanzadoras, ahora mismo son muy pocas las patologías a las cuales se puede aplicar. Además, hay que ser cautos a la hora de contemplar esa vía, ya que hay deterioros que son irreversibles. Cuando se instauran estas terapias pueden evitar la progresión de la enfermedad, pero desafortunadamente no pueden curar todo el daño que se ha producido previamente”, puntualiza Bermejo.
La especialista explica cómo la investigación en ER se empezó secuenciando genes específicos, para después comenzar con paneles de genes, el exoma (parte del genoma que se expresa de forma más directa) y, por último, el genoma completo.
“Estamos viviendo avances todos los días. Se van produciendo progresos de forma muy notable, lo que repercute en el diagnóstico, capacidad y abaratamiento de estas pruebas. Y todo eso redunda positivamente en los pacientes. El objetivo es que todas las personas puedan alcanzar su máximo potencial gracias a los tratamientos”.
Retos de los pacientes
El Estudio sobre Necesidades Sociosanitarias de las personas con enfermedades raras en España (Estudio ENSERio), elaborado por FEDER, pone de manifiesto las principales necesidades que manifiestan los pacientes: investigación, diagnóstico, terapias, cuidados, cobertura de aspectos sociales, etc.
Eso sí, estos son aspectos universales, luego depende de cada enfermedad. “Podemos abordar la problemática general, pero hay que descender a cada una de las particularidades de cada una de ellas. Porque si no estaremos cayendo en el error de dar más importancia a las enfermedades más habituales. Y no nos podemos olvidar de las ultrarraras o las huérfanas”, reclama la directora del IIER.
“Tendemos a pensar que esto les toca a otras personas, pero todos podemos estar afectados por una ER. Hay que ser muy sensibles a estas patologías porque a todos puede tocarnos de cerca. Poseemos una carga genética que, en un momento dado, se puede manifestar”, pide Bermejo. “Es más, tendríamos que serlo incluso aunque no tuviéramos esa posibilidad de enfermar”.
Objetivo: la cura de enfermedades raras
Cuando el IRDiRC nació en 2011, se planteó que para el 2020 hubiera 200 terapias nuevas para las ER. Ese objetivo se cumplió tres años antes, en 2017. “Sin embargo, nos queda un larguísimo recorrido. Hubo que replantearse los objetivos, y se espera que para 2027 tengamos 1.000 nuevas terapias. Todavía es un poco pronto, pero tenemos la esperanza de que se alcancen incluso antes”.
“Los pacientes piden la curación y, en el caso de que esto no sea posible, al menos una terapia que consiga paliar su situación. Es difícil hacer previsiones, pero estamos trabajando a pleno rendimiento para avanzar lo máximo posible”, insiste Bermejo.
“El sufrimiento de los pacientes es tremendo, así que todos los esfuerzos que hagamos en investigación van a ser pocos y no debemos escatimar a la hora de realizarlos. Se está esperando mucho de nosotros y no podemos flaquear en ningún momento”, concluye.