España, 04 de diciembre de 2024 ::: A medida que avanza el otoño y se acerca el invierno, los procesos infecciosos que
afectan a la garganta, como pueden ser la faringitis o amigdalitis, suelen convertirse en motivos de consulta habituales en los centros de salud. Un experto ofrece consejos para prevenir o afrontar este tipo de infecciones.
Julio Maset, experto médico de Cinfa, explica que estas infecciones de garganta comunes en otoño pueden ser tanto agudas como crónicas.
El experto explica que la amigdalitis es la inflamación de la las amígdalas palatinas, coloquialmente conocidas como anginas, y se trata de una de las enfermedades más comunes en la infancia.
Por otro lado, la faringitis es la inflamación de la mucosa de la faringe o garganta, que es la cavidad que se extiende desde la parte posterior de la nariz y de la boca hasta el inicio de la laringe y el esófago.
Estas infecciones también pueden estar provocadas tanto por virus (entre el 70-80 % de los casos de faringitis y el 60 % de los de amigdalitis) como por bacterias y es importante su diferenciación.
“Diferenciar entre ambas causas resulta fundamental porque, si bien ambas enfermedades suelen manifestarse con síntomas similares, el cuadro y el tratamiento varían en función de si están provocadas por un virus o una bacteria”, explica el doctor.
Maset señala que en el primer caso, además de la inflación de amígdalas o faringe, hay dolor de garganta, sobre todo al tragar, fiebre baja, tos, mucosidad o congestión nasal y malestar general.
Si la causa es una bacteria, la fiebre puede ascender a más de 38 grados, el malestar general y el dolor en la garganta son más intensos, con dificultad para tragar, los ganglios del cuello se inflaman de manera más llamativa y pueden aparecer las famosas placas de pus blancas en las amígdalas.
::: ¿Cómo se contagia?
Al igual que sucede con el resfriado y la gripe, la faringitis y la amigdalitis se contagian mediante pequeñas gotas de saliva que se expelan al hablar, toser o estornudar.
Por tanto, el principal factor de riesgo es la cercanía con una persona que está padeciendo infección aguda.
“Por este motivo hay que tener muy presentes las normas habituales de higiene para prevenir infecciones, como el lavado de manos frecuentes con agua y jabón, cubrirse la boca con el codo al toser o estornudar, evitar compartir alimentos, vasos o utensilios y huir de aglomeraciones y ambientes cargados. De igual modo, seguir un estilo de vida saludable reforzará nuestro sistema inmune y lo hará más resistente ante cualquier enfermedad”, explica el médico.
En el caso de la faringitis, existen otros factores que favorecen su aparición, como un mayor agrupamiento familiar, la contaminación, el tabaco y los ambientes con humo.
Por ello, medidas adicionales como evitar espacios muy contaminados y dejar de fumar pueden ayudar a prevenirla.
En caso de que ya se haya producido el contagio y exista inflamación, se deberán realizar pruebas específicas como el exudado de garganta para determinar si la causa es vírica o bacteriana.
En este segundo caso, se requiere el uso de antibióticos con el objetivo de mejorar los síntomas, limitar el contagio y prevenir complicaciones.
Si en cambio, la causa es un virus, los antibióticos no serán útiles.
En esta situación el tratamiento consiste en reposo, sobre todo si hay fiebre, ingerir líquidos abundantes para una adecuada hidratación.
Además, siempre bajo prescripción médica, el uso de analgésicos, antitérmicos o antiinflamatorios.
“Solo en el caso de que un niño padezca episodios de amigdalitis frecuentes o graves que afecten a su salud general puede ser necesaria la extirpación de las amígdalas palatinas”, señala el doctor.
::: Diez recomendaciones para evitar infecciones de garganta en otoño
El médico de Cinfa ofrece diez consejos para prevenir o afrontar la faringitis y amigdalitis:
1 Protégete y protege a los demás. Tápate la boca y la nariz al toser o estornudar, usa pañuelos desechables y lávate con frecuencia las manos con agua y jabón para prevenir el contagio. Además, mantén los espacios comunes del hogar bien ventilados, sobre todo cuando un miembro de la familia esté contagiado.
2 Fortalece tu garganta con una dieta rica en vitamina C. Los cítricos, las uvas y la miel reforzarán tu organismo y te ayudarán a mantener tu garganta en buen estado.
3 Huye de los cambios bruscos de temperatura. Los ambientes demasiado secos debido a la calefacción o demasiado fríos a causa del aire acondicionado, así como la ingesta de comidas muy calientes o bebidas excesivamente frías, pueden lesionar la mucosa de la faringe.
4 La bufanda, tu mejor complemento este otoño. En otoño e invierno, abrígate bien antes de salir de casa: cúbrete la garganta con una bufanda o pañuelo o bien elige una vestimenta que te tape suficientemente el cuello.
5 Evita los ambientes muy contaminados. Si respiramos aire con exceso de contaminación, podemos fomentar que los virus y las bacterias acumuladas en él penetren en nuestro cuerpo y provoquen la aparición de faringitis.
6 Si te pones enfermo guarda reposo. Sobre todo, en el caso de que tengas fiebre. El sueño es fundamental para que el sistema inmune pueda hacer frente a las infecciones bacterianas y víricas.
7 Evita el consumo de sustancias irritantes. El alcohol y el tabaco pueden empeorar los síntomas. Este segundo es, además, factor de riesgo para desarrollar faringitis.
8 Asegúrate de estar bien hidratado. Beber agua es indispensable para eliminar toxinas y
recuperar el líquido que hayas podido perder durante el proceso infeccioso, así que es
conveniente que aumentes tu ingesta de líquidos. Elige bebidas frías o tibias y evita las excesivamente calientes, ya que pueden irritar todavía más tu garganta.
9 Calma el dolor haciendo gárgaras con agua salada. Existen soluciones ya preparadas de
agua de mar que pueden ayudarte a aliviar el dolor y la irritación de garganta. También
puedes hacer gárgaras con manzanilla o con agua tibia con sal.
10 Reduce las molestias al tragar con una dieta blanda. Puré, pasta o arroz son una buena
opción al inicio de la enfermedad si la deglución te resulta dolorosa. Posteriormente, se
recomienda ir realizando una progresión gradual en la ingesta de alimentos hasta volver a la
dieta habitual.