La hipertensión arterial es el principal factor de riesgo de muerte en el mundo, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), que dedica a este padecimiento silencioso el Día Mundial de la Salud.
Según datos de la OMS, este trastorno ocasiona aproximadamente la mitad de todas las defunciones por accidente cerebro-vascular y cardiopatía en el mundo. Por ejemplo, en 2004 fue la causa directa de 7.5 millones de fallecimientos, lo que representó casi el 13 por ciento de la mortalidad del orbe ese año.
“Es frecuente, especialmente en adultos mayores que muchas veces desconocen durante años este padecimiento, pues no se sienten mal”, expuso Jaime Berumen.
El académico de la Facultad de Medicina (FM) de la UNAM, explicó que se trata de uno de los problemas más frecuentes en el adulto mayor y tiene una relación directa con los infartos al miocardio.
Al respecto, consideró importante la estrategia de la OMS de elegir una enfermedad tan generalizada en el Día Mundial de la Salud, pues permite crear conciencia.
La presión arterial es una medición de la fuerza ejercida contra las paredes de las arterias mientras el corazón bombea sangre a través del cuerpo. Se describe con dos números, uno superior, que detecta la presión sistólica, y otro inferior, referido a la diastólica.
La normal es de 120 sobre 80 (120/80 mmHg). La presión alta, o hipertensión, ocurre si la medición es de 140 sobre 90 (140/90 mmHg), aunque la mayoría de las veces rebasa esa cifra y se vuelve crónica al mantenerla continuamente por arriba de las cifras normales.
Alta incidencia en México
“Si pudiéramos identificar y controlar a las personas que la padecen podríamos, por ejemplo, disminuir la frecuencia con la que ocurren infartos al miocardio, una de las causas más frecuentes de muerte directa en el país”, afirmó Malaquías López Cervantes, médico epidemiólogo, profesor e investigador de la misma entidad universitaria.
El efecto de la hipertensión no se limita a dañar al corazón, también impacta en las retinas, por lo que gradualmente se pierde la visión. “No se trata de un desprendimiento de retina, que podría repararse con una cirugía, sino de un daño de fondo”, destacó.
También está fuertemente relacionado con enfermedades vasculares cerebrales, tanto de tipo oclusivo como hemorrágico, así como con los riñones, pues provoca la pérdida de la capacidad funcional renal y, eventualmente, conduce a la insuficiencia total, añadió.
“Una condición prolongada afecta y disminuye gradualmente todos los rincones del cuerpo, pero algunos daños son catastróficos e irreversibles”, enfatizó.
Una combinación nociva y frecuente es hipertensión arterial y diabetes, dos padecimientos comunes en México, que tienen los mismos blancos (corazón, retina y riñones) y forman una combinación frecuente y altamente desfavorable.
El hecho de que ambas ocurran es negativo, pero lo peor es que el efecto final de las dos sea mayor que la simple suma. Al producirse las interacciones que cada una genera, ocurre más daño del que hubiera hecho una en ausencia de la otra. Hablamos de los dos problemas de salud más importantes que tenemos en el país”, remarcó.
Diagnóstico tardío y consumo de sal
Existe una buena cantidad de recursos para diagnosticar y tratar la hipertensión, pero no es fácil lograr su control, pues requiere de un dictamen temprano y una actitud de responsabilidad por el paciente.
López Cervantes destacó que, como ocurre con la diabetes, un porcentaje pequeño de la población con hipertensión está bien controlado. “Esto ocurre en gran medida porque no se acepta, pues la afección pasa desapercibida por mucho tiempo al no generar grandes síntomas, sino pequeñas molestias, como dolor de cabeza, que se pasa por alto sin acudir al médico”, acotó el epidemiólogo.
Al recibir el diagnóstico y tratamiento, la mayoría no lo cumple en forma adecuada, y ello impide los beneficios de la atención oportuna. Además, un factor cultural que no contribuye al control es la alta ingesta de sal en los alimentos.
“En México se consumen enormes cantidades, incluso quienes no agregan más cantidad a lo cocinado, ingieren más sal de la que el cuerpo requiere. Esto genera la base para un daño futuro, y en muchos casos presente, pues muchas personas ya enfermas no quieren controlar su uso. Es un problema complejo, con muchas dimensiones, que requiere cambios culturales de fondo que involucren a la familia, y no aíslen al enfermo con comida especial, si no que se asuma por todo el grupo”, recomendó.