Muchísimos mexicanos mendigan su bastardía hispana, sin embargo, a Hernán Cortés solamente lo movió la ambición, a los nativos de México nunca los consideró merecedores de valía. Para la Iglesia Católica ellos eran herejes, por lo tanto, no existió obstáculo para descuartizarlos, esclavizarlos, ahorcar gente morena, violar y preñar mujeres, además de quemar vivos en la hoguera a los que se interpusieran al bautizo, y a los invasores españoles. Para sustentar estas afirmaciones, yo Manuel Peñafiel autor de este texto, vislumbro hacia el pasado, en 1492, para facilitarle suficiente tripulación a Cristóbal Colón, los reyes católicos Fernando V e Isabel I firmaron una orden que por la gracia de dios exoneraban de sus crímenes a los presidiarios que acompañaron al desorientado, depredador y devastador ecológico genovés hacia el continente ahora llamado América.