Una vez que la Reforma Política del Distrito Federal se publique en el Diario Oficial de la Federación, la capital del país se convertirá en la Ciudad de México, por lo que se ha propuesto que sus habitantes sean llamados mexiqueños.
Sin embargo, dicho gentilicio será difícil de arraigar en la población, pues estos “no se instauran por decreto, los gentilicios los vive la gente y es ella la que decide”, asegura el sociólogo Felipe Aguilar.
El también investigador de la Universidad La Salle señala que los gentilicios son una forma de denotar un origen, una identidad y un sentido de pertenencia.
“En una sola palabra te definen, dicen de dónde eres, qué te gusta, cómo eres, qué no te gusta, pero también describe lo que viene atrás; como el origen social y cultural”, subraya.
A lo largo de la historia se han conocido tres gentilicios para los habitantes de esta metrópoli: capitalinos, chilangos y defeños. Sin embargo, ninguno de éstos ha podido lograr dar sentido de pertenecía o identidad como en otros lugares del país.
“En el caso de esta ciudad, los gentilicios siempre se han referido al exterior, es decir soy chilango en oposición a los provincianos, soy capitalino en oposición a los que viven en el resto de la República y soy defeño con referencia a los del Estado de México”, indicó.
El gentilicio capitalino, apuntó el especialista en identidad, fue el primero en ser empleado en un diccionario, en 1925, y detonaba una visión modernista del centro del país.
“En ese momento se usó mucho a nivel de medios y oficinas, pero capitalino realmente no remite a ninguna identidad, porque capitalino puede ser todo aquel que radique en cualquier capital”, abundó.
En los años 50 se empezó a emplear el gentilicio chilango, palabra de origen maya, cuyo significado refiere a personas con cabello crespo y que era empleada para aludir a “los colorados”, gente de tez blanca, que venía de otras zonas a esta ciudad y se quemaba el rostro por las temperaturas.
En la década de 1980, Larousse define a chilango como aquel que vive en la zona pobre de la Ciudad de México y en esa época se usó con gran fuerza.
“Cuando la capital se convierte en una megalópolis, entonces chilango se convierte un referente a la carga de que tiene la centralización del país con respecto a otros estados; se convirtió en una nueva forma despectiva de decir son aquellos, los de la ciudad”, detalló Aguilar.
En los años 80, los chilangos se hicieron famosos por ser “vivarachos” y oportunistas, una carga negativa que hasta la fecha se mantiene en algunas regiones.
“Pero también chilango es aquel que tiene acceso a una serie de cosas y que conoce el mundo a partir de aquí, porque en la República el punto de referencia, excepto en el norte, es el DF, porque representa el lugar de crecimiento, de aprendizaje, y los del DF ven hacia afuera, por el centralismo que se da aquí”, dijo el investigador.
En la misma década, defeño se empezó a utilizar a través de las instituciones de gobierno, “ésta es una palabra administrativa, es llevar el Distrito Federal a un gentilicio al agregarle el ‘ño’ y políticamente es redituable, pero no refiere a todo el Valle de México”.
Mexiqueño, que ha sido definido por la Real Academia de Española como “Natural de México, capital de la república mexicana y/o perteneciente o relativo a México o a los mexiqueños” es el mismo caso, es una palabra administrativa.
Con la reforma, subrayó, la cuestión política y administrativa de que ahora el Distrito Federal será un estado, queda clara, “pero socialmente no lo es, porque culturalmente no cambia nada al cruzar del Estado de México a la ciudad”.
El gobierno, afirmó, puede decidir incluir el gentilicio mexiqueño en su propia constitución.
No obstante, “así esta ciudad cambie de nombre y sea un estado, seguirá siendo la sede de los poderes y la capital de la República Mexicana, chilango in facto seguirá siendo el gentilicio de esta ciudad, porque chilango no reconoce una frontera específica y es más una forma de ser”, aseguró el sociólogo.