Más allá de las hermosas playas y del conservado patrimonio histórico, Cuba pretende aprovechar la variada gastronomía tradicional, fruto de una
rica mezcla de culturas, como incentivo para atraer el turismo.
Esa es la razón principal por la que las autoridades cubanas prestaron una atención especial al II Taller Culinario "Cuba Sabe", que del 9 al 11 de enero sesionó en La Habana con el propósito de entender, promover y asumir los valores de la cocina cubana como historia, tradición y modernidad.
Al evento asistieron el presidente Miguel Díaz-Canel, el primer ministro Manuel Marrero, el ministro de Cultura, Alpidio Alonso, y el secretario del Consejo de Estado, Homero Acosta.
El foro estuvo organizado por Lis Cuesta, esposa de Díaz-Canel y gerente de Servicios Académicos de la agencia de turismo cultural Paradiso.
"Nosotros somos una isla turística, eso todo el mundo lo sabe, pero nuestro único valor no es el sol y la playa, es también nuestra gente, el sabor de nuestra gente, es también nuestra historia y por lo tanto es también nuestra cocina", afirmó Cuesta a la prensa.
Consideró que la cultura culinaria cubana "es como nuestra cultura nacional, una cultura de resistencia" y abogó por llevar una amplia gama de recetas autóctonas a la hotelería.
Si algún secreto tiene la culinaria cubana es la mezcolanza de ingredientes culturales aportados por cada nacionalidad llegada al país a lo largo de su historia, que incluye oleadas de emigrantes, forzados o voluntarios, españoles, africanos, chinos y hasta de Europa Oriental.
"Es estimulante ver que existan, que proliferen eventos como este, donde se manifiesta la cocina no como el mero acto de comer y beber, sino como una acción cultural, como una forma de presentarnos al mundo como somos", dijo a Xinhua el especialista de la Dirección de Operaciones del Ministerio del Turismo, Jorge Méndez.
Méndez, un filólogo reorientado hacia el mundo del turismo, ha publicado varios libros sobre la gastronomía local y ahora sigue con atención la evolución de la culinaria nacional desde la cátedra cubana de gastronomía y turismo.
"Sin cocina no hay turismo, por tanto tenemos que impulsarla, mejorarla, hacerla más grata para atraer esa fuente que necesitamos que es el turista", afirmó el especialista.
Sin embargo, los planes cubanos requieren de una eficiente industria alimenticia local, pues Cuba importa cada año unos 2.000 millones de dólares en alimentos, una factura que las autoridades buscan reducir para aliviar las estrecheces de la economía nacional.
Por eso se impulsa la industria chocolatera en la provincia de Guantánamo, en el extremo oriental del país, donde se cosecha casi el 90 por ciento del cacao que se produce en Cuba, como explicó en el evento la investigadora María Cristina Jorge.
El cultivo del cacao tuvo en Cuba su mayor producción en 2015, cuando se obtuvieron 2.300 toneladas, pero a fines del año siguiente el paso del huracán Matthew, que golpeó duramente el oriente del país, devastó las plantaciones, lo cual afectó sensiblemente a la industria del chocolate.
En 2019, la cosecha de cacao alcanzó entre 1.800 y 1.900 toneladas, aunque se espera que en un futuro no muy lejano llegue hasta 2.600 toneladas, lo que permitirá la puesta en funcionamiento de una moderna industria en la ciudad de Baracoa, a unos 989 kilómetros al este de La Habana.
La apuesta cubana por la gastronomía parece sólida de cara al turismo, un sector convertido en el más dinámico de la economía nacional y que mantiene un crecimiento sostenido desde hace décadas.
Cuba prevé recibir en 2020 a 4,5 millones de vacacionistas, 200.000 más que en 2019.