Viaja al Polo Norte a bordo de un dirigible de lujo

EEUU, 18 de agosto 2021.- Es el 11 de mayo de 1926 y un gigantesco dirigible, el Norge (que significa Noruega), acaba de ser desenganchado de su mástil en uno de los asentamientos más remotos del mundo, Ny-Ålesund, en el archipiélago de Svalbard.

Este grupo de islas rocosas y yermas, más cerca del Polo Norte que del territorio noruego, es el punto de partida natural para cualquier expedición que se aventure a las extensiones heladas del Ártico, y eso es precisamente lo que se han propuesto los que están a bordo del Norge.

Al frente de la expedición, compuesta por 16 personas, están nada menos que el explorador polar más célebre de la época, el noruego Roald Amundsen, que en 1911 se convirtió en el primer hombre en alcanzar el Polo Sur, Umberto Nobile, el célebre ingeniero italiano de dirigibles que diseñó el Norge, y el heredero del carbón y aventurero estadounidense Lincoln Ellsworth.

Si la anterior conquista del Polo Sur por parte de Amundsen había implicado una agotadora marcha de meses en trineos tirados por perros, esta nueva expedición sería un asunto mucho más corto. El grupo, sin embargo, tendría que contentarse con sobrevolar el Polo Norte en lugar de poner el pie en él.

El viaje resultó ser un gran éxito.

El Norge llegó al Polo Norte menos de un día después de partir de Ny-Ålesund, convirtiendo a los que iban a bordo en las primeras personas que habían alcanzado ese punto geográfico de forma comprobable. Lejos de dar por terminada la expedición, el Norge siguió avanzando por el Océano Ártico hasta tocar tierra en Teller, Alaska, un par de días después.

No es difícil imaginar la sensación de euforia y logro que debió sentir la tripulación en el momento en que puso el pie en Norteamérica. Sin embargo, al cabo de una década, Amundsen moriría, engullido por el Ártico, y la era de los dirigibles se acabaría, o al menos eso parecía.

Emoción y aventura

Los dirigibles han tenido una actividad muy limitada desde la década de 1930. Sustituidos por los aviones de ala fija como medio de transporte, los vehículos más ligeros que el aire (LTA, por sus siglas en inglés) se limitaron a un puñado de usos especializados. Pero el concepto no se ha olvidado del todo.

Hace aproximadamente una década, una empresa británica llamada Hybrid Air Vehicles desarrolló un concepto de dirigible de nueva generación a gran escala como parte de un programa de investigación militar estadounidense. En aquel momento, el Pentágono estudiaba las posibilidades que podían ofrecer los dirigibles para apoyar a las tropas en Afganistán. Sin embargo, el cambio de prioridades hizo que el proyecto se cancelara en 2012, y HAV empezó a buscar nuevos usos para su tecnología.

El resultado fue el Airlander, una moderna reinterpretación del dirigible que es, según algunas mediciones, el avión más grande del mundo.

Estos avances en el ámbito de los dirigibles llamaron la atención de Carl-Oscar Lawaczeck, un piloto comercial sueco con vocación empresarial.

La idea era recuperar la emoción y el sentido de la aventura de los días de la exploración con dirigibles, pero con las comodidades y la seguridad que ofrece la tecnología del siglo XXI.

El resultado es OceanSky Cruises, una empresa emergente que ofrece cruceros aéreos de lujo en dirigibles, empezando por una ruta al Polo Norte y de vuelta.

Y, aunque OceanSky aún no ha confirmado oficialmente su elección de dirigible, hasta ahora el único candidato para la misión es el Airlander de HAV.

Los dirigibles tienen algunas características que los hacen especialmente adecuados para el tipo de empresa que Lawaczeck tiene en mente. Tienen una gran resistencia, lo que significa que pueden permanecer en el aire durante largos periodos de tiempo, pueden estar equipados con cabinas realmente espaciosas y, sobre todo, consumen poco combustible.

"Los dirigibles pueden transportar cargas útiles comparables a las de algunos aviones de pasajeros, pero utilizan una mínima parte de la energía para transportarlas a la misma distancia", explica el empresario sueco, que solía pilotar aviones comerciales para la aerolínea escandinava SAS y otras compañías.

La contraparte es que los dirigibles son mucho más lentos, pero esto también puede convertirse en una ventaja.

Puesto que uno de los aspectos más destacados de estos viajes será la posibilidad de avistar la fauna ártica desde el cielo. Aquí es donde la capacidad del dirigible de volar a velocidades extremadamente lentas y muy cerca del suelo será muy útil.

"Podemos bajar hasta 90 metros, incluso 30 metros si es necesario, tan lento como una bicicleta, para ofrecer a nuestros pasajeros una visión de esos hábitats polares", dice Lawaczeck.

Picnics polares

Los 16 pasajeros se alojarán en ocho amplios camarotes dobles tipo hotel. El dirigible llevará una tripulación de siete personas, incluido un chef.

A Lawaczeck le gusta compararlo con la experiencia de viajar en un yate.

"No estamos tan limitados por el espacio como en un avión, así que podemos hacer cosas interesantes con la cabina", dice. "El diseño se va a inclinar hacia el lado patrimonial del proyecto; evocará la época de los dirigibles".

Las condiciones a bordo estarán muy lejos de las que soportó la tripulación del Norge hace casi un siglo, aunque, si hubieran podido asomarse al futuro, podrían haber encontrado algunos elementos del proyecto OceanSky bastante familiares.

Svalbard volverá a ser la base del crucero aéreo. El equipo de OceanSky considera varias localizaciones en el archipiélago ártico, que ha conservado con orgullo algunos elementos de su patrimonio aéreo, como el Museo de la Expedición al Polo Norte en su capital, Longyearbyen, y el mástil de amarre original utilizado por el Norge, en Ny-Alesund.

Sin embargo, a diferencia de 1926, el viaje de vuelta de 36 horas incluirá una escala de seis horas justo en el Polo Norte. Los pasajeros podrán descender de la aeronave y disfrutar de un picnic en la capa de hielo.

 

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