EEUU, 11 de abril de 2024 ::: Sumándose a un ya miserable comienzo de 2024, Boeing fue acusada el martes
de ignorar rutinariamente las quejas de un denunciante sobre el proceso de fabricación supuestamente críticamente defectuoso de sus aviones 787 Dreamliner. El denunciante afirmó que Boeing tomó represalias contra él y como castigo le asignó a la unidad 777. Fue entonces cuando, según él, descubrió aún más problemas de producción.
Boeing niega rotundamente las acusaciones y afirma que confía en la seguridad de sus aviones. Aun así, la Administración Federal de Aviación de EE.UU. (FAA, por sus siglas en inglés) declaró que investigaría el caso, lo que se suma a la creciente lista de investigaciones federales sobre la atribulada empresa, incluida una investigación penal. Y la semana que viene, un subcomité del Senado escuchará testimonios sobre el caso del denunciante y presumiblemente aireará en público más trapos sucios de Boeing.
Más acusaciones de laxitud en las normas de seguridad es lo último que la empresa, y los pasajeros, necesitan ahora. La acusación del denunciante está dañando aún más la ya maltrecha imagen pública de Boeing: una empresa con un historial de seguridad roto, dirigida por ejecutivos muy bien pagados que no tienen en cuenta las normas de calidad.
Sin embargo, las malas noticias para Boeing no parecen tener fin.
::: Las acusaciones del denunciante
El denunciante, Sam Salehpour, ingeniero de Boeing, alegó que Boeing tomó atajos en la fabricación de sus aviones 777 y 787 Dreamliner, saltándose medidas de seguridad cruciales que podrían provocar fallos catastróficos en los aviones a medida que envejecen. Los "atajos" podrían reducir drásticamente la vida útil prevista de los aviones, de hasta 50 años en servicio. El diario The New York Times fue el primero en informar de las afirmaciones del denunciante.
Su denuncia formal ante la FAA, presentada en enero y hecha pública el martes, no era totalmente nueva: la FAA ya había investigado a Boeing por problemas de producción del 787 y había paralizado las entregas de este modelo. Pero la denuncia de Salehpour arroja nueva luz sobre cómo los equipos que ensamblan el 787 Dreamliner aparentemente no rellenan correctamente los pequeños huecos al unir piezas fabricadas por separado del fuselaje de 1.000 aviones. Según Salehpour, esto podría añadir tensión a las juntas de los aviones, algo difícil de identificar en las inspecciones.
Salehpour alegó que Boeing conocía los errores del proceso y que, además, los fomentaba para reducir los cuellos de botella en el ensamblaje del 787.
Boeing ha afirmado que el 787 es seguro y, antes de detener las entregas del modelo, la FAA examinó rigurosamente los procesos de fabricación de Boeing que Salehpour cuestionaba. Finalmente, aprobó el envío de los aviones a las aerolíneas en marzo de 2023 tras comprobar que Boeing había solucionado el problema.
"Estas afirmaciones sobre la integridad estructural del 787 son inexactas y no representan el exhaustivo trabajo que Boeing ha realizado para garantizar la calidad y la seguridad a largo plazo del avión", dijo la compañía en un comunicado el martes.
Salehpour dijo que en su nuevo cargo en la unidad 777 descubrió un trabajo deficiente, con miembros de ensamblaje que desalineaban piezas de la estructura mientras Boeing presionaba a los ingenieros para que aprobaran un trabajo que aún no habían inspeccionado.
"Confiamos plenamente en la seguridad y durabilidad de la familia 777", dijo Boeing en un comunicado el miércoles. "Estas afirmaciones son inexactas".
::: Cómo llegó Boeing hasta aquí
Las últimas acusaciones son como echar gasolina a un incendio.
Los críticos argumentan que la otrora excelente reputación de seguridad de la compañía se vio empañada en su desacertada fusión de 1997 con McDonnell Douglas, y todo ha ido cuesta abajo desde entonces, culminando en dos accidentes mortales del 737 Max en 2018 y 2019. Boeing reconoció que era responsable de esos accidentes y que fueron causados por un defecto de diseño que ya ha corregido después de una inmovilización de casi dos años.
La reciente racha ininterrumpida de malas noticias comenzó durante la última semana de 2023, cuando una aerolínea descubrió un problema potencial con una pieza clave en dos aviones 737 Max. Luego, durante el primer fin de semana de 2024, parte de un 737 Max de Alaska Airlines se desprendió del lateral del avión justo después del despegue, y Boeing ha estado en modo crisis desde entonces.
Una investigación preliminar de la Junta Nacional de Seguridad en el Transporte reveló que Boeing probablemente no colocó los pernos en el denominado tapón de la puerta, diseñados para evitar que la pieza saliera volando del avión. Boeing no ha reconocido las acusaciones específicas que figuran en el informe federal, aunque su CEO, Dave Calhoun, admitió que la empresa cometió un error y dijo en respuesta a la investigación que Boeing es responsable en última instancia.
El incidente provocó la inmovilización temporal en todo el país de algunos aviones 737 Max, a lo que siguieron audiencias en el Congreso, retrasos en la producción y las entregas, múltiples investigaciones federales, incluida una investigación penal, y una caída de cerca del 30% de las acciones de Boeing este año, lo que supuso un recorte de casi US$ 50.000 millones en la valoración de mercado de la empresa.
Las malas noticias no terminaron ahí. En febrero, los pilotos de un 737 Max de United Airlines informaron que los controles de vuelo se atascaron durante el aterrizaje del avión en Newark, Nueva Jersey. Hace un mes, la FAA señaló problemas de seguridad con el equipo de deshielo de los modelos 737 Max y 787 Dreamliner, que podía provocar la pérdida de empuje de los motores. La FAA permitió que los aviones siguieran volando y Boeing afirmó que el problema no plantea un riesgo inmediato para la seguridad.
Sin embargo, tras revisar el flujo de trabajo y las normas de producción de Boeing, el administrador de la FAA, Mike Whitaker, declaró el mes pasado que el organismo regulador había detectado problemas en aspectos "realmente importantes" de la cadena de fabricación y montaje de Boeing y dio de plazo hasta finales de mayo para que la empresa presente un plan que solucione los problemas de producción.
Boeing afirmó que está trabajando en varios de los problemas detectados por Whitaker.
::: El futuro de Boeing
Las consecuencias para Boeing han llegado a las altas esferas de su dirección. La empresa ha despedido a varios ejecutivos, entre ellos el supervisor de sus jets comerciales y un antiguo ejecutivo a cargo de la unidad 737 Max. El CEO Dave Calhoun también dijo que dejaría su cargo antes de fin de año, después de haber cobrado US$ 32,8 millones el año pasado y cuando está previsto que se lleve a casa US$ 45 millones por su jubilación.
Los últimos problemas de Boeing le costarán muy caros: las aerolíneas dejaron de encargar aviones a Boeing en enero, y los únicos 737 Max que encargaron el mes pasado eran de la versión que aún no puede volar -en concreto, el Max 10, más grande- debido al problema del deshielo. La compañía también podría ser objeto de cuantiosas multas y onerosas demandas judiciales. Boeing ya indemnizó a Alaska Airlines con más de US$ 150 millones por la inmovilización temporal de sus aviones tras la explosión del tapón de la puerta.
La compañía no ha obtenido beneficios en años, y el incidente de Alaska Airlines tampoco ayudará a Boeing a ganar dinero este año.
Sin embargo, Boeing no se enfrenta a una amenaza existencial. La empresa solo tiene un competidor importante en la producción de aviones comerciales a escala mundial: Airbus. Las aerolíneas no pueden cambiar fácilmente de fabricante de aviones, por lo que la empresa es inmune a las fuerzas típicas del mercado, como la elección de otro fabricante por parte de los pasajeros. Aunque hay pruebas de que los pasajeros enfadados o nerviosos prefieren los vuelos de Airbus, optar por ello puede ser poco práctico o imposible dependiendo de adónde quieran viajar.
Con todo, los accionistas, reguladores y clientes de Boeing están cada día más enfadados, y la empresa está en última instancia en deuda con ellos. La reputación de Boeing, ya dañada, significa que recuperar la confianza de las aerolíneas podría resultar difícil, por no hablar de la confianza de los atónitos reguladores. El continuo goteo de malas noticias dificulta aún más el cambio de rumbo.
Con un nuevo liderazgo en camino, los futuros altos cargos de Boeing tienen mucho trabajo por delante. Y los ojos del mundo estarán puestos en ellos.