Oaxaca, México, 24 de octubre de 2025 ::: Hablar de Oaxaca es hablar de una tierra rica en cultura, tradiciones
y, por supuesto, de una gastronomía que ha conquistado paladares en todo el mundo. Considerada una de las capitales culinarias de México, Oaxaca ofrece una diversidad de sabores que reflejan la historia y la identidad de su gente. Entre todos sus platillos tradicionales, el mole oaxaqueño destaca como el más famoso y representativo del estado.
El mole es una preparación compleja, resultado de la mezcla de ingredientes prehispánicos y coloniales. En Oaxaca existen siete tipos de mole reconocidos: negro, rojo, coloradito, amarillo, verde, chichilo y manchamanteles. Sin embargo, el mole negro es el más emblemático y apreciado. Su elaboración requiere paciencia y dedicación, ya que puede incluir más de 30 ingredientes, entre ellos chiles secos, especias, semillas, frutos secos, plátano, pan y, por supuesto, chocolate, un toque que le aporta el característico sabor dulce y profundo.
Tradicionalmente, el mole se sirve acompañado de pollo o guajolote (pavo) y se presenta con arroz y tortillas hechas a mano. Este platillo suele prepararse en ocasiones especiales, como bodas, fiestas patronales o celebraciones familiares, convirtiéndose en un símbolo de convivencia y hospitalidad. Cada familia y cada región oaxaqueña tiene su propia versión, lo que enriquece aún más su diversidad culinaria.
Más allá de su sabor, el mole oaxaqueño representa la historia viva de Oaxaca. Es el reflejo de la fusión entre las culturas indígena y española, y un testimonio del ingenio de las cocineras tradicionales que han transmitido sus recetas de generación en generación. Su fama ha trascendido fronteras y hoy es un embajador gastronómico de México en el mundo.
En definitiva, si hay un platillo que define la esencia de Oaxaca, ese es el mole oaxaqueño, una joya culinaria que combina tradición, arte y sabor en cada bocado.