Hay viajes que pesan más por lo que significan que por lo que cuestan. El Senador Gerardo Fernández Noroña decidió
pedir licencia en el Senado, lamentablemente solo por 10 días (habiamos quienes pensabamos que había tenido un repentino caso de coherencia y que se retiraba de su cargo al saberse bueno para nada) pero no fueron solamente 10 días para emprender vuelo a Palestina en un gesto de “solidaridad política”. Invitado con todos los gastos pagados, por el Ministerio de Asuntos Exteriores y Expatriados del Estado de Palestina, claro que en la invitación reza que se hace al “Presidente” del Senado, cargo que Noroña no ostenta desde hace mas de mes y medio, así que la invitación debiera ser a Laura Itzel Castilla la actual Presidenta, pero como el mas fifí de los senadores de Morena trabaja bajo el principio de que “A la Gorra ni quien le corra” decidió aceptar el convite sin aclarar que va suplantando funciones oficiales.
La empatía con los pueblos que sufren es virtud rara y siempre bienvenida. Pero cuando el boleto de ese viaje no lo paga el propio funcionario ni el Congreso, sino un gobierno y una aerolinea extranjera, la historia deja de ser épica y se vuelve ética, solo el avión a Dubai tiene un costo mayor a los $300,000 pesos, esto sin contar la estancia y demás “cortesias” dirigidas al -Ya no-Presidente del Senado.
A Noroña además de olvidarsele que ya no es el Presidente, también se le olvido que en México la Constitución y las leyes secundarias no se redactaron para adornar discursos, sino para poner límites.Y esos límites si son claros: el Artículo 134 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, obliga a los servidores públicos a aplicar los recursos con eficiencia, honradez, transparencia e imparcialidad, y a no utilizar su cargo para favorecer intereses privados.
A ello se suman la Ley General de Responsabilidades Administrativas, que en su Artículo 40 prohíbe aceptar obsequios, donaciones o beneficios que pudieran generar conflicto de interés, y el Código de Ética de las Personas Servidoras Públicas, ordena abstenerse de recibir cualquier regalo o dádiva relacionada con el desempeño del cargo.
En lenguaje llano: ningún servidor público puede aceptar algo que comprometa su independencia, ni un reloj, ni una botella de vino, ni mucho menos un viaje internacional todo pagado por una empresa privada o un gobierno extranjero; porque el obsequio se convierte en símbolo, y el símbolo, en deuda.
La delgada línea entre solidaridad y patrocinio desaparece cuando esta expresamente vetado aceptar dádivas, Noroña viaja según él, para expresar su respaldo a la causa palestina, pero el patrocinio convierte la solidaridad en un acto con beneficiario visible. Si el viaje fue pagado “por cortesía” o “en agradecimiento”, deja de ser un gesto personal y se transforma en un favor recibido, con las implicaciones que la ley y la ética pública ya prevén.
La Ley de Responsabilidades no exige que haya dolo para configurar una falta: basta la apariencia de conflicto de interés y aquí lo hay. Porque un senador que acepta un viaje gratuito ya no representa solo al pueblo: también lleva en el equipaje la marca de quien le financió el viajecito.
En un país donde los escándalos por relojes, casas y boletos de avión ajenos han erosionado la confianza pública, la congruencia se vuelve un lujo político. Y el problema no es el viaje, sino el precedente: si un legislador se permite aceptar un patrocinio, ¿qué lo separa de los funcionarios que reciben favores disfrazados de cortesía diplomática?
El asunto es que en Morena nadie exige que la ética sea una frontera, hoy mismo la Presidenta Sheinbaum debió mandar un mensaje claro en la mañanera y prohibir a Noroña que exhibiera a su gobierno de esta manera, la función pública no admite zonas grises, el servicio a la nación implica una renuncia: a los privilegios, a los intereses externos, a la tentación de confundir lo personal con lo institucional.El servidor público no está para ser patrocinado, sino para rendir cuentas.Pero nuevamente a doña Claudia le enoja más que le toquen el tema los reporteros, que el que el senador explícitamente desconozca sus órdenes de austeridad franciscana.
Quien viaja en nombre de México no puede hacerlo con alas prestadas, porque entonces no vuela la causa, sino el ego y la ética, que debería ser brújula, acaba perdida en turbulencias políticas.
La Constitución, la LGRA y el Código de Ética no son simples manuales de comportamiento: son las fronteras que separan la representación legítima de la conveniencia personal.
Y cruzarlas —aunque sea en primera clase— sigue siendo una falta.
En un país donde el dinero público se confunde con el privado y la política con la autopromoción, urge recordar que la integridad no se mide en kilómetros recorridos, sino en los principios que uno se niega a violar, de lo contrario, la rendición de cuentas se quedará como tantas veces esperando en la sala de abordaje.
Alejandra Del Río
@alejandra05 @aledelrio1111
Presidenta de PR Lab México, Catarte y Art Now México, ha escrito columnas sobre política, arte y sociales en muchos de los medios más reconocidos del país, particularmente en el Heraldo de México, El Punto Crítico y en el Digitallpost. Ha participado en numerosos proyectos de radio a lo largo de 20 años, hoy además dirige el podcast Fifty and Fabulous en Spotify.