DR. MARCELO EBRARD, SECRETARIO DE RELACIONES EXTERIORES:
"ES MEJOR QUE LA SOBERANÍA DESCANSE EN LA LEY": ARISTÓTELES
Ajuzgar por la cantidad de funcionarios estadounidenses que visitan México últimamente, tengo la impresión de que nuestro país es “a pain in the a#%...” para la administración Biden. Ahora toca el turno -por segunda vez- a John Kerry, el enviado de la Casa Blanca para el Cambio Climático, quien el día de hoy se reunirá con el presidente López Obrador.
Aun cuando la Cancillería mexicana indicó que el tema a discutir es posicionar a México como proveedor de paneles solares en el mercado del norte y la reducción de las emisiones de gas efecto invernadero (GEI), será imposible evadir la contrarreforma energética.
La mentada contrarreforma es como una carambola de tres bandas, pero en sentido negativo: las bolas caerán en buchacas oscuras que solo nos traerán enormes problemas.
Durante y después de su visita a México (enero 21, 2022), la secretaria de Energía de EUA, Jennifer M. Granholm, manifestó amablemente su rechazo a la contrarreforma, enfatizando la “riqueza” de irradiación solar de México para la generación de energía limpia. Pero como en Palacio Nacional no entienden, la Embajada de nuestro vecino lo puso en blanco y negro el día de ayer. En un comunicado manifestó:
“Promover el uso de tecnologías más sucias, anticuadas y caras sobre alternativas renovables eficientes, pondría en desventaja tanto a consumidores como a la economía en general. (…) El Gobierno de los Estados Unidos ha expresado reiteradamente preocupación sobre la propuesta actual del sector energético de México.”
El boletín fue emitido ayer, mientras Kerry visitaba plantas de energías limpias en Baja California. ¿Así o más claro..?
De aprobarse la contrarreforma, las empresas estadounidenses que han invertido en México para generar energías limpias saldrán perdiendo, pero para México sería un suicidio. En mi entrega titulada Nos van a torcer (octubre 25, 21), expuse lo que expertos en arbitraje internacional estiman nos costarán las demandas: ¡484 mil millones de dólares! Eso sin contar con que se ahuyentarían las inversiones privadas por la falta de certidumbre jurídica para llevar a cabo negocios de mediano plazo, por lo menos.
A lo anterior cabría agregar los impuestos internacionales por contaminación a los productos mexicanos de exportación. Si de por sí la industria automotriz -principal aportadora al PIB- ya anda alicaída, cabría un escenario catastrófico: plantas cerradas porque sus productos ya no son competitivos, desempleo masivo y otras linduras…
Y luego está el problema ambiental, que sin duda es el más grave.
“No estamos yendo en el camino correcto,” advirtió Kerry hace dos semanas, en una reunión virtual con representantes de las naciones más contaminantes, así como con las más vulnerables al cambio climático. Desconozco cuál fue la participación de nuestro país en la reunión virtual; lo que sí sabemos es que la 4T no confiere mucha importancia al medio ambiente.
Al igual que México, algunos países apuestan por una política energética que reduzca las importaciones de combustibles, pero nada más. Privilegian el equilibrio en la balanza de pagos del presente sobre la toma de decisiones valientes y responsables sobre el medio ambiente y el futuro de la humanidad.
La compra de Deer Park, por parte, de la 4T, es prueba fehaciente de lo anterior.
A decir de un alto ex funcionario del Departamento de Energía de EUA, “las grandes multinacionales radicadas en México están a punto de alcanzar la meta de cero emisiones. Este esfuerzo se vendrá abajo si no acceden a energías limpias” por parte de la CFE (The New York Times, noviembre 12, 2021). “En esa medida, México se convierte en un lastre riesgoso.”
¿Para qué todos estos problemas? ¿Para cumplir la fantasía trasnochada del presidente?
No se vale…