"La naturaleza habla, mientras el hombre no la escucha": Víctor Hugo
Me resulta ocioso clavarme en la discusión sobre la eventual ruptura de relaciones entre España y México, porque no es más que una bola de humo
lanzada desde Palacio Nacional para distraernos del escándalo de la casa de Houston y, en el peor de los casos, de los temas realmente importantes para el país.
Desde diciembre pasado, el presidente anunció la desaparición de 17 organismos desconcentrados y descentralizados de la administración pública federal. No es un hecho consumado, pero la amenaza es muy real.
No quedan muy claras las intenciones de la 4T más allá de la austeridad y de la centralización, pues el gobierno está obligado a que se cumplan las funciones de dichos organismos, ya sea que las secretarías absorban al personal o bien cargándole la mano a la burocracia existente y dudosamente preparada para tal cometido.
Aparentemente, el gobierno se ahorrará dos mil 825 millones de pesos: eso ocurrirá si, y solo si, se despide a tres mil 174 empleados. Con lo fácil que está conseguir empleo profesional en estos tiempos.
Tal vez por mi sesgo periodístico me preocupa la muerte de tres de los 17 organismos: la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados, la Secretaría Ejecutiva del Sistema Nacional Anticorrupción y el Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático. En esta ocasión me referiré a este último y en próximas entregas le platicaré de los dos primeros.
El INECC tiene antecedentes desde la década de los 80s, cuando se empezó a tomar en serio el problema del medio ambiente. Al paso del tiempo fue ajustando su agenda de trabajo en función de la problemática ambiental y para 2012 adquirió su nombre actual, derivado de la Ley General de Cambio Climático.
Quedemos claros en que la SEMARNAT es una dependencia administrativa, ejecutora de la política ambiental del gobierno en turno. Por su parte, el Instituto se dedica a la investigación, monitoreo y evaluación de temas relacionados con el medio ambiente y lo hace con independencia de los intereses políticos del momento. Primer pecado: ¿cómo que son científicos, de esos de la “casta dorada de intelectuales”?
Usted, amable lector, me dirá si no es importante contar con datos duros en lo relativo a la mitigación de los gases de efecto invernadero, así como diagnosticar los resultados de la política ambiental. Y todavía más importante: evaluar las Contribuciones Nacionalmente Determinadas (CND) en reducción de carbono, de las que México debe informar a todos los países miembros del Acuerdo de París; o sea, a todo el mundo. Segundo pecado del INECC: ¿cómo que evaluar qué tanto cumple México con las CND, si la política energética actual privilegia los combustibles fósiles? ¿Cómo que pretenden dar malas noticias sobre la mitigación, si la CFE quiere batear a las empresas de energías limpias?
Por un buen tiempo, las reservas de la biosfera y las áreas naturales protegidas a cargo del INECC fueron orgullo de México; qué mejor muestra de cuidado a la gran biodiversidad que la Naturaleza nos dio. Tercer pecado: el Tren Maya pasa por una de esas áreas… les guste o no.
No digo que el INECC sea perfecto, pero tiene cuarenta años de labor ambiental de excelencia y de formación de recursos humanos especializados. Todo se irá al caño.
La 4T parece tener fobia a la autonomía de criterio y a todo aquel que piense distinto. Mala señal.
Ahora falta ver cómo nuestro gobierno explica al mundo entero que, siendo el cambio climático el mayor problema global, mayor que la pandemia, México elimina el organismo de investigación y vigilancia en ese campo.
No es transformación.
Es destrucción institucional…
Investigación: Upa Ruiz This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.