Estoy para gastarme la vida en donación,
y para gustarme en los demás siendo yo,
y para gestarme en la poesía que ya fui,
y a la que he de volver para ser universo,
y entonar junto al Rey: ¡el Amor de Amar!.
Porque debo de estar siempre en guardia,
me aliento a diario con el reino del verso,
y al despertarme recuerdo la paz del sueño,
ese azul manto que todo lo amaina y redime,
en una eterna eternidad que nos enternece.
Es hora de dejarse moldear por el alma,
de meditar y hacer silencio, de compartir
y de partir, Cristo murió por cada uno,
y así todos estamos a no vivir para sí,
sino a revivir en el latir de amarse todos.
De no haberse tú Verbo hecho presencia,
de no haber habitado en nuestro ser,
nadie podría ser esa luz que nos renace,
esa leal pureza que nos crea y recrea,
esa belleza que nos enciende y trasciende.
Mientras tanto, atendamos nuestro espíritu,
hagamos de nuestro andar, un acompañar,
forjemos el yo en Él y fragüemos la verdad
como valor, pues aunque nos crucifiquen,
al fin seremos esa estrella que no anochece.
Víctor Corcoba Herrero
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