El viernes 25 de abril, el sitio digital de la Presidencia de la República retiró la imagen y biografía de la Primera Dama, Angélica Rivera Hurtado, un hecho que para los analistas significó algo más que la reestructura de una página cibernética: la pareja de Los Pinos
estaba en crisis.
Un suceso fue el antecedente del supuesto distanciamiento del matrimonio. Rivera Hurtado no quedó conforme con el hecho de ser ella quien defendiera la adquisición de la llamada “Casa Blanca”, la multimillonaria mansión de los Peña-Rivera en Las Lomas de Chapultepec. El video en el que sostiene que ganó la propiedad con el fruto de 25 años de trabajo en Televisa; pero omite el desglose de sus ingresos y la declaración de impuestos ante Hacienda, fue para los ojos de muchos su peor actuación.
A querer o no, la aparición videograbada fue el punto de quiebre en el relato público de los habitantes de la residencia oficial de Los Pinos. Atrás quedaron los días de campaña cuando anunciaron su romance y empezaron a vivir un cuento de hadas que en lo extraoficial no era más que un plan para ganar popularidad.
Alfredo Paredes Zamora, experto en Estrategias de Comunicación, de Capitol Consulting, piensa que la esposa del Presidente tuvo una pérdida de popularidad que no ha sido reparada y ello explica sus actitudes y posturas corporales que reflejan encono y hartazgo en su papel público.
Si la explicación de la “Casa Blanca” correspondió a una estrategia de comunicación, ¿qué falló? Armando Cuspinera, ex productor de televisión en el Canal Once y la Televisión Independiente de México, piensa que el ingrediente que malogró el ejercicio fue la actuación de ella. “En su tono no escondió la molestia que fue interpretada como muy suya. Una molestia con el sistema que la obligaba a aparecer, con una fuerza política que la forzaba”.
Ella
En diciembre, otra imagen de Angélica Rivera abonó al supuesto distanciamiento en Los Pinos. Durante la instalación del Sistema Nacional de Protección Integral de Niñas, Niños y Adolescentes con el que se podrá contar con una base de datos para medir las acciones gubernamentales para ese segmento poblacional, ella fue captada con un gesto evidente de aburrimiento. “No pudo ser más paradójico. Ella es la encargada de la asistencia social que incluye justo a los niños mexicanos. Políticamente su aburrimiento está completamente fuera de lugar”, exclama Paredes Zamora.
Son pocas sus apariciones, pero cuando las hace, Rivera Hurtado se muestra alejada de la imagen de esposa leal y dulce que mantuvo en la campaña. Parece no importarle que se le juzgue. Su ser político ha pasado a segundo plano. Pese a que el Gobierno federal lleva tres años de gestión, ella no ha informado cuál será la causa social que enarbolará desde el Sistema Nacional para el Desarrollo Infantil (DIF), como lo hicieron sus antecesoras.
En cambio, su imagen es la de una mujer superficial, ocupada en el alto consumo. Era abril, en Los Pinos se preparaba la fiesta de graduación de la Preparatoria de dos de las hijas de la pareja. Sofía, hija de Angélica Rivera, y Paulina, hija de Enrique Peña Nieto cumplieron la mayoría de edad casi al mismo tiempo. “Mamá Gaviota” como la llamó la revista Quién en una entrevista fue captada mientras recorría un centro comercial de Beverly Hills de Los Ángeles, California, donde adquirió artículos de lujo para las vástagas que habitan Los Pinos y ella misma. Elementos del Estado Mayor Presidencial, un cuerpo de élite, las esperaban.
Jorge Bernal, conductor del programa de Espectáculos “Suelta la Sopa”, de Telemundo, presentó el video de Rivera Hurtado en Beverly Hills con estas palabras: “A pesar de las críticas que ha recibido el Presidente Enrique Peña Nieto y su esposa, Angélica Rivera, ellos aparentemente continúan cometiendo los mismos errores sin importarles la crisis en la que se encuentra su país, México, y tampoco el qué dirán. Fíjense que tenemos imágenes exclusivas de ‘La Gaviota’ derrochando dinero en una de las boutiques más prestigiosas y en la zona más cara de Los Ángeles, y la pregunta es: ¿De dónde salió ese dinero para pagar sus lujos? ¿De su cuenta personal o del bolsillo de los mexicanos?”
Habían transcurrido apenas días de que la revista Hola le dedicara a Rivera Hurtado 21 páginas de su viaje a Inglaterra en el que acompañó en una visita de Estado, al Presidente de la República. El artículo llevó como título “El esplendor de la Corte Británica al servicio de sus invitados, Enrique Peña Nieto y Angélica Rivera” y relató la forma en que vistió la Primera Dama de México. La calificó de “estilosa”.
Se acabó
Sobre Enrique Peña Nieto y Angélica Rivera, la versión oficial indica que su unión se debió al tino de Cupido. El romance habría iniciado en cuanto se vieron por primera vez para trabajar en la campaña de los 300 compromisos cumplidos por el entonces mandatario estatal. El relato extraoficial es que su unión fue resultado de un arreglo para que aparecieran como los protagonistas de un cuento de hadas en revistas de sociales y programas de espectáculos. Así, el ejercicio del Gobierno ganaría credibilidad y confianza.
Pero transcurridos tres años de Gobierno y con este relato romántico por lo alto, la aprobación de los ciudadanos hacia el Primer Mandatario no despuntó. Cuando el 26 de septiembre de 2014, 43 normalistas de la Normal Superior Raúl Isidro Burgos desaparecieron en un camino de Iguala, Guerrero, la gestión presidencial se desplomó ante la credibilidad de los ciudadanos. Al cerrar el año, los índices de aprobación marcados por casas encuestadoras como Mitofsky y GEA-ISA no pasaron el 40 por ciento.
En cuanto a Angélica Rivera, el 70 por ciento de un grupo de encuestados no confía en ella.
Ante este paisaje, el binomio político-actriz pasó de ser un capital a uno de los puntos más críticos del Gobierno federal. Supuesto o no, fabricado o cierto, el cuento de hadas se rebasó a sí mismo.