México se distancia de la Santa Sede

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El fortalecimiento del estado laico en México se convirtió en la ausencia del presidente, Enrique Peña Nieto en la misa de canonización de Juan Pablo II y Juan XXIII en la ciudad del Vaticano, por lo que en su representación fue su esposa, Angélica Rivera para participar en la ceremonia solemne.

Sin llamar la atención de los invitados especiales y sin ubicarse en las filas delanteras la primera dama del país representó a una de las naciones católicas más populosas de la tierra, sin embargo a diferencia de los gobiernos panistas, la distancia con la Santa Sede vuelve a hacerse notar.

La ceremonia televisada en 70 naciones distintas en vivo y presenciada por millones de personas vieron ante su televisor la presencia de 93 delegaciones de todo el mundo, entre ellas la mexicana encabezada por la también presidenta honorífica del Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF).

Con un velo negro a la usanza del siglo IX, la actriz de Televisa estuvo acompañada en la Basílica de San Pedro de personajes como el presidente de Ecuador , Rafael Correa y los cancilleres de Cuba Bruno Rodríguez , Salvador Jaime Flamenco , Colombia, María Ángela Olguín, entre otros.

También estuvieron presentes el presidente de la república de Paraguay, Horacio Cartés Jara, junto a su hija y su hermana, y el gobernador de Puerto Rico, Alejandro García Padilla; mientras Nicaragua y Uruguay, por su parte, estuvieron representados por sus embajadores ante la Santa Sede, el nicaragüense José Cuadra Chamorro y el uruguayo Daniel Ramada.

No solo primeros mandatarios o ministros estuvieron presentes en la ceremonia, también representantes de la Organización de Estados Americanos estuvo representada en este acto por su secretario general, el chileno Miguel Insulza, acompañado de su esposa.

A su vez, la Unión Europea estuvo representada por autoridades de sus tres instituciones políticas: el presidente del Consejo Europeo, Hernan van Rompuy; el vicepresidente del Parlamento, Miguel Ángel Martínez, y el presidente de la Comisión, José Manuel Durao Barroso.

Entre las autoridades presentes en el acto estuvo el brasileño José Graziano da Silva, director general de la Organización para la Alimentación y para la Agricultura (FAO), un organismo autónomo de Naciones Unidas con sede en Roma.

Cabe destacar que a pesar que México tenga un embajador en la Santa Sede el distanciamiento se ha hecho presente durante el presente sexenio, situación que ha lastimado severamente a la cúpula eclesiástica mexicana acostumbrada durante 12 años a meterse en los asuntos políticos de la nación.

Se recuerda que desde que comenzó la Guerra Cristera en la década de los XX del siglo pasado las relaciones México- Vaticano fueron ríspidas y difíciles, hasta que el papa Juan Pablo Segundo en 1978 visitó el país por primera vez, abriendo la posibilidad de reestablecer las relaciones.

En cambio, el 21 de septiembre de 1992 la Secretaría de Relaciones Exteriores anunció el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre México y el Vaticano, se cerró un farragoso capítulo en la historia del país.

Se recuerda que quedaron atrás disputas y alejamientos con la Santa Sede que se remontaban al siglo XIX. Era el México dominado por el salinismo que quería mostrar al mundo, en vísperas del Tratado de Libre Comercio, una supuesta madurez de una nación que quería ser plural y tolerante.

Con el caso Posadas Ocampo y el levantamiento zapatista dos años después el gobierno mexicano contó con el apoyo de importantes sectores del Vaticano para acotar y presionar contra el protagonismo que adquirió en ese entonces el obispo de San Cristóbal de las Casas, Samuel Ruiz.

Según el periodista, Bernardo Barranco destacó que el factor religioso mexicano se viene fragmentando a través de distintas y competitivas ofertas religiosas en un “mercado de creencias” más diversificado y exigente; esta pluralización religiosa que experimenta nuestra realidad se integra a un proceso que posibilita la aparición de modalidades religiosas como “fe a la carta”, new age, nuevos movimientos religiosos de carácter pentecostal y el ascenso de poderosas religiosidades populares como la Santa Muerte.