Ya alcanzó la mayoría de edad, dicen no pocos mexicanos con cierta sorna sobre la bárbara devaluación del peso mexicano frente al dólar, de nueva cuenta en un gobierno del Revolucionario Institucional. Otros, de esos que presumen de sabihondos, anuncian
que pronto llegará a los 20 por cada piel de iguana.
Lo desconozco, pero en lo que todos, o casi, coincidimos es en que la cosa en materia económica está fea para no decir otra palabra de esas que se califican de obscenas, vulgares, procaces, rudimentarias o altisonantes, pero altamente descriptivas e infalibles a manera de conclusión.
Digo que “casi” todos los mexicanos coincidimos en que las cosas están feas porque figurones de la talla de nuestro presidente, sus colaboradores y hasta funcionarios internacionales como José Ángel Gurría, discrepan del diagnóstico mexicano predominante.
El presidente Peña presume por ejemplo el índice inflacionario, que según el Inegi se colocó al cierre del 2015 en 2,13 por ciento, el más bajo desde que se registra este indicador.
Peña sostiene que se trata de una excelente noticia para los mexicanos porque se entiende que los precios de bienes y servicios no están aumentando. Pero el presidente omite referirse al desplome del peso frente al dólar estadunidense y sus repercusiones.
El presidente de la Confederación de Cámaras Nacionales de Comercio, Servicios y Turismo (Concanaco), Enrique Solana Sentíes, si advierte que el alza del dólar podría tener efectos fuertes en materia de inflación, lo que impactará a la mayoría de los mexicanos vía precios de bienes y servicios.
“No quiero decir que el año va a ser fácil, veo que se está complicando”, previene Solana Sentíes. Se trata de una advertencia que no hay que minimizar y que todos, el gobierno como primer responsable del país, deberían escuchar para actuar.
Claro, el titular de Hacienda, Luis Videgaray, arriesga su palabra en el mercado cambiario en un aparente intento por aliviar la angustia que se experimenta entre muchos mexicanos por la devaluación monetaria, que rebasa el 30 por ciento en menos de un año.
Videgaray sostiene que el mecanismo de subasta de dólares funciona bien para garantizar orden y liquidez en el mercado. Eso dice. Pero tampoco alude al hecho de que México ha perdido más de 16 mil millones de dólares de sus reservas el último año para contener la volatilidad monetaria.
Y claro, por ahí sale en otro vano intento por encubrir la realidad el titular de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), José Ángel Gurría, a soltar un paño de agua helada.
“No nos hemos podido despetrolizar más que por la mala”, señala el ex titular de Hacienda en tiempos de Ernesto Zedillo. “Ahora tenemos que hacer ajustes”, sugiere este señor tan partidario de los ajustes a cuenta y riesgo de la mayoría de los mexicanos porque él está a excelente recaudo en París.
Gurría, como dije hace unos días, no pierde oportunidad de echar una “ayudadita” aunque sea de paladar al gobierno, al que califica de “prudente” porque en 2015 cubrió el barril a 79 dólares y para este año lo hizo en 49. Así que “las coberturas están funcionando”, apunta orgulloso y categórico.
Imagino que la mayoría de los mexicanos, los mismos de salarios predominantemente precarios, empiezan al menos a dudar de que vamos por el camino correcto, el mismo recetado por más de tres décadas y que hace que muchos concluyamos en que la situación está “difícil” para usar un término suave o aceptado si usted prefiere. (fin).
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