Si hace años decíamos en conversaciones familiares o de sobremesa, con exageración claro, que llegaría el día en que a los mexicanos nos cobrarían por respirar, pues déjeme notificarle sin exagerar esta vez que ese día llegó al menos en la capital del país. ¿No lo cree? Le cuento.
Los capitalinos o “chilangopolitanos” según un término acuñado por el extinto maestro universitario y cronista de la ciudad de México, Arturo Sotomayor, pagamos con nuestra vida el aire que respiramos en la mayor urbe de este país y entre las tres mayores del mundo. Literal.
La Norma Oficial Mexicana considera como aceptables indicadores reprobados por la OMS. Por ejemplo, en materia de ozono, la regulación nacional indica que lo normal es 150 microgramos por metro cúbico, cuando la organización internacional estipula el máximo en 100, existiendo un excedente del 50 por ciento. Es mayor en cuanto al contaminante Partículas Suspendias (PM) 2.5, que en México se estipula en 65 microgramos por metro cúbico y lo sano es 25, rebasado en un 160 por ciento. Caso similar es la PM10, avalada en el país con 120 microgramos por metro cúbico cuando debe ser de 50.
Estudiosos universitarios explican además que el aire que respiramos todos los días, está conformado principalmente por nitrógeno y oxígeno, y en pequeñas porciones por vapor de agua y dióxido de carbono. Sin embargo, diversas actividades humanas como el uso masivo del transporte viejo e ineficiente, ocasionan la emisión a la atmósfera de gases, polvos, humos y especialmente partículas que alteran su composición y que además tienen graves impactos en el ambiente y en la salud de las personas, de los animales e incluso de la vegetación.
Hacen ver que dos son los tipos más importantes de contaminantes: Los que se emiten directamente a la atmósfera resultado de un proceso de combustión. Se denominan también contaminantes primarios, como son el dióxido de azufre (SO2), el monóxido de carbono (CO), vapores de combustibles y solventes, plomo (Pb) y las partículas suspendidas (PM).
Una vez que estos contaminantes son lanzados a la atmósfera pueden reaccionar con otros contaminantes con igual toxicidad, lo que se conoce como contaminantes secundarios, como el ozono (O3), el dióxido de nitrógeno (NO2) y algunos tipos de partículas. A esto se añade el material fecal que también respiramos.
Y sin embargo, como en muchos otros casos, no pasa nada. Los mexicanos soportamos casi todo hasta que ¡kaput!
El punto es que pese a estos señalamientos, los gobernantes de la ciudad, los que encabeza ahora Mancera y otros en el pasado, siguen sin dar pie con bola para instrumentar soluciones al drama de la contaminación, otro más de los problemas clave de la ciudad. No sólo faltan a las soluciones que son parte de su responsabilidad, sino que agravan el problema.
Nadie en su sano juicio puede entender por qué Mancera insiste en parar un millón y a veces más de vehículos bajo el argumento de que la calidad del aire es pésima. Hasta ahora y pese a la parálisis de un número importante de vehículos capitalinos, persisten la contaminación y las contingencias ambientales. ¿Por qué insistir en una falsa solución”?, que de ribete resulta contraproducente. Lo desconozco, pero me pregunto de qué manera podemos sancionar la estulticia de Mancera.
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