Se han cumplido diez años de la última gran crisis financiera mundial, con origen en el sistema inmobiliario de los Estados Unidos, cuya burbuja no soportó más y en su explosión tuvo alcances globales y cuyas consecuencias aún están vigentes en algunos países.
Esta crisis venía presentando signos en el mercado inmobiliario –a más de uno le generaba duda que se dieran créditos para casas a personas con mal historial crediticio o bien se dieran casas sin necesidad de mayor investigación- y sin embargo nadie hizo nada, solo algunos cuantos fueron los especialistas que le dieron una lectura adecuada –tal como se plantea en la película The Big Short, donde se explica cómo la información y el olfato de unos pocos los convirtió en millonarios especulando con esta burbuja financiera-.
La reacción por parte del gobierno de los Estados Unidos fue a través de medidas a favor de los bancos, inversores, no así a los compradores, ni a las empresas, ni a quienes perdieron sus empleos.
Mucho del enojo de esta clase fue retomado y politizado en las elecciones pasadas.
Aunque hoy se tienen mayores controles internacionales sobre los mercados globales, mayores reguladores, la economía mundial creciendo, lo que no significa que debemos caer en escenarios optimistas, y sí, realizar lecturas adecuadas al escenario financiero internacional.
Lo anterior, porque tiene varios efectos como se ha visto, con independencia de los daños directos en los bolsillos de los ciudadanos tiene otra consecuencia que poco se ha valorado, me refiero a los efectos políticos, porque al no haber tenido las medidas y lectura adecuadas y haber prevenido la crisis financiera esto generó que la clase política tomará como base del discurso de su propuesta a esto, es decir, haciendo un uso político de un problema financiero, usando el hartazgo de la gente como botín político.
Claro, a pocos sorprenden los resultados que estamos presenciando en el país vecino con el correspondiente efecto en el nuestro, pero no debemos de tratar con desdén las declaraciones que desde allá se hagan o las medidas que se tomen, como es el próximo trabajo de renegociación del TLC, donde México cuenta con argumentos y elementos para sentarse en la mesa y con un lenguaje directo defender las bondades del TLC.
Porque si algo nos arroja de experiencia la crisis financiera de hace 10 años, es que estamos en un mundo que debe ser cada vez más monitoreado, que cualquier decisión que se tome puede traer consecuencias de todo tipo, particularmente políticas y esta es una oportuna reflexión en México dado el próximo proceso electoral que se avecina en 2018.
Dr. Luis David Fernández Araya
*El Autor es Economista Doctorado en Finanzas, Profesor Investigador de Varias Instituciones Públicas, Privadas y Funcionario Público.
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