El trabajo del Coneval, Análisis y medición de la pobreza 2012 es una herramienta óptima para la elaboración de políticas públicas. Es igualmente un medio indirecto muy precioso para evaluar los resultados de dichas políticas. De acuerdo con la información difundida el 30 de julio, en México el número absoluto de personas en condición de pobreza creció, entre 2010 y 2012, de 52.8 millones a 53.3 millones de mexicanos; esta última cantidad equivale a 45.5% de personas en esa situación.
Además, se informa que 40.7 millones de mexicanos (34.7%) se encuentran en estado vulnerable, es decir, que fácilmente pueden resbalar a la categoría de pobreza –circunstancia a la que podría llevar la recesión económica en curso, sobre todo si recae Estados Unidos.
En total, 94 millones de mexicanos tienen una vida precaria, que porcentualmente abarca a 80.3% de una población de 117 millones. Las cifras son impactantes. Tales cantidades son un serio mentís para los creyentes en las bondades de las políticas económicas neoliberales, que se caracterizaron por liberar mercados y privatizar sin ton ni son, así como establecer que la mejor política económica era la que no existía. Los resultados de tan dilatadas pobreza y precariedad hablan de un raquítico crecimiento económico anual promedio de 1.7% en los 30 últimos años, comparado con tasas de 11% al año de China o de 5% en Brasil, países que abrieron inteligentemente sus economías; protegieron selectivamente sectores y mercados; apoyaron el desarrollo de sus industrias e impulsaron la educación y la innovación tecnológica.
He aquí los resultados del dogmatismo de libre mercado. No convencidos por los hechos, los hacedores de políticas económicas van por la apertura de Pemex y la CFE, y por gravar medicinas y alimentos (aunque sería justificable el IVA a bebidas azucaradas). ¿Qué efectos causaría en una población empobrecida un posible encarecimiento de la energía y la comida? ¿Cómo impactarían estas acciones a una población indignada, en combinación con la posible exoneración por peculado a Raúl Salinas? ¿Qué consecuencias acarrearía esto en una población atemorizada, pero airada por el asesinato y la desaparición sistemática de sus seres queridos? ¿Cómo afectarían estas políticas al clausurar oportunidades en una economía dominada por monopolios? Peña ha emprendido políticas en la dirección correcta, aunque erraría si soslaya estas cuestiones a la hora de tomar decisiones de envergadura.