El sistema de privilegios que desde siempre ha cobijado en México a unos cuantos, ya se trate de empresarios, sindicatos y corporaciones que llevan nombre de sociedades privadas, campesinas, cooperativas, etcétera, ha tenido el efecto de privatizar la política, es decir, que cada gremio trate por separado y en privado con el gobierno en turno sus problemas particulares, y que su capacidad de presión sea la que determina el monto y la extensión de sus prerrogativas.
Este sistema ha tenido dos consecuencias, el abandono de parte de toda asociación de lo público, lo común y que nos une como sociedad, ya que puede tratar directamente sus asuntos con quien le da respuesta. El segundo efecto es que la negociación directa entre cada agrupación y el gobierno ha implicado un intercambio de exenciones a cambio de obediencia política.
La fórmula es sacrificar la libertad a cambio de privilegios. Este orden, que caracteriza al sistema político mexicano y que es un vestigio del feudalismo, se ha desquebrajado paulatinamente. Con la reforma económica que impuso Salinas, empresas y sindicatos se libraron parcialmente del poder del gobierno central, pues la liberación económica los obligó a que respondieran a los estímulos del mercado, y no del presidente en turno, que así dejó de ser el amo. Años después, en parte como consecuencia de la reforma económica, el gobierno se vio obligado a liberalizar el sistema político: el sufragio se hizo efectivo y el PRI al soltar el control político perdió la Presidencia. Sin embargo, la bonanza petrolera, junto con la torpeza, miopía, codicia y corrupción del PAN permitieron una restauración parcial del viejo régimen corporativo.
Los ingresos petroleros sin paralelo que tuvieron los gobiernos del PAN fueron a las arcas de monopolios y una fracción llegó a la seguridad social. El resultado fue que las empresas se rindieron al gobierno a cambio de canonjías, y la política social forjó una amplia clientela, cuyo mayor beneficiario fue el PRI, circunstancia que le permitió volver a la Presidencia. Así, con el panismo retrocede la libertad política. El PRI en el poder central altera dicho statu quo mediante dos reformas: la de telecomunicaciones y antimonopólica y la fiscal. Ambas cercenan el sistema de privilegios que privatiza a la política, separa y divide a las clases sociales y las induce a volver hacer política pública. El abandono de la política común causó al deterioro consabido: corrupción, crimen, depredación, entidades fallidas… Sea bienvenido el retorno de la política a la plaza pública, que trae sobre todo la reforma hacendaria. ¿Habrá tiempo para corregir el rumbo y desactivar las bombas sociopolíticas?