Más allá de la arenga electoral, la propaganda y los discursos, el año 2018 México vivirá una transformación. No será, simplemente, por los resultados de la contienda electoral, sino por la presión social que exige un cambio radical.
El enojo y el fastidio por la falta de desarrollo y bienestar es mucho y no puede —ni debe— ocultarse. Son muchos años en los que no ha habido un desarrollo social exitoso, por el contrario, existe un estancamiento pronunciado en este rubro. No hay bienestar palpable, sólo se han brindado paliativos a las diversas problemáticas que se nos presentan. La oferta educativa del Estado ha cambiado, centrándose —casi en exclusiva— a la simple preparación operativa del trabajo, dejando atrás el desarrollo integral de las personas. En lo económico, la riqueza en el país ha crecido, pero ésta no ha sido distribuida de forma equitativa, al tiempo que el número de mexicanos en pobreza ha crecido exponencialmente. En lo político, la clase dominante se ha aislado de la gente, ni siquiera pretenden fingir que se les considera para la toma de decisiones; se enriquecen cínica y abiertamente a costillas de poder público, sin que rindan cuentas o brinden explicaciones sobre su desempeño.
Todo esto, aunado a la propaganda contra el gobierno —que dicho sea de paso no es difícil crear—, ha generado un ambiente sumamente convulso y tenso que es alimentado por un creciente mal humor social, que se traduce en una frustración generalizada a la que, aducen, es producto de los cínicos abusos de la clase gobernante que, pareciera, es la única que se desarrolla, crece económicamente y obtiene beneficios de las circunstancias actuales del país.
La presión es mucha y las ansias de la gente por virar al extremo opuesto la conducción actual del país se hace patente en las preferencias electorales. El candidato puntero es, sin duda, quien mejor ha sabido aprovechar esta circunstancia para posicionarse dentro de las preferencias electorales. Es su zona de confort, donde sabe capitalizar ese enojo social a su favor. Sin embargo, ese malestar no se sofocará simplemente con el resultado de la contienda electoral; por el contrario, seguirá incrementándose hasta que, quien haya resultado electo, asuma el cargo y que comience a dar resultados inmediatamente.
La gente espera que los cambios favorables a su persona comiencen a partir del día 2 de julio; sin embargo, sabemos que esto no sucederá, pues todos los procesos en la administración pública tienen sus tiempos y procesos, siendo que la inmediatez no es su fuerte.
El ansiado cambio que la gente espera se dará, ya es inevitable y lo será simplemente porque ya no es posible mantenernos como estamos. No será por graciosa concesión de algún iluminado mesías con “autoridad moral”; por la experiencia y capacidad de quien dirija las instituciones del gobierno; o por haber quitado unos para poner a otros. Se dará por la propia exigencia social. Sin embargo, hay que tener consciencia que no será automático, pues requiere tiempo para sanar las heridas que deje como saldo la contienda electoral y también para crear el andamiaje institucional que propicie la transformación. Hará falta mucho tiempo para que México se reencause hacia el bienestar de su población, pero es momento de iniciar esa travesía que, por mucho tiempo, ha estado pasmada y en espera de un mejor mañana.
@AndresAguileraM