En noviembre de 1993, los entonces mandatarios, Carlos Salinas de Gortari (México), George Bush (Estados Unidos) y Brian Mulroney (Canadá) firmaron el Tratado de Libre Comercio para América del Norte TLCAN, mismo que entraría en vigencia el 1 de Enero de
1994 y cuyo principal objetivo, era constituir un área de libre circulación de productos y servicios entre las naciones firmantes, suprimiendo trámites y principalmente, aranceles.
El 22 de Julio de 2016, la Convención Nacional Republicana, celebrada en Cleveland, Ohio; elegiría a Donald Trump como candidato por ese partido a la presidencia de los Estados Unidos, ese mismo día, quedaría sellado el destino del TLC. Casi un año después, el 18 de Mayo pasado, la administración del ahora presidente estadounidense, informó a su Congreso la intención formal de renegociar el TLCAN, fijándose para tal efecto, el próximo 16 de Agosto como inicio de las mesas de negociación.
Sin embargo, hay un punto en particular en toda esta cuestión que debe colocarse bajo la lupa del análisis y la observación, me refiero a que se habla de una “renegociación” y no de una cancelación o salida del tratado, como el presidente Trump lo manejo durante toda su campaña. ¿A qué se debe esto? Por supuesto a los resultados económicos que para los firmantes el acuerdo ha devengado a través de sus 23 años de vigencia; la salida de él, fue promesa de campaña, aliciente para ganar electores, discurso populista; su renegociación en cambio, es cuestión obligada si se quiere replantear, si se desean diversificar los dividendos que produce a sus integrantes, si ciertamente sobre la mesa se busca ponderar las circunstancias que le dieran vida y que hoy a más de 20 años han cambiado, en supuesto detrimento de los firmantes.
Y es que los números no engañan, ni tampoco dan lugar a decisiones apresuradas o drásticas, de manera general, las exportaciones en América del Norte han crecido en más un 500 por ciento desde 1994, pasando de 53 mil a casi 320 mil millones de Dólares; por su parte las importaciones se incrementaron en casi 250 por ciento, pasando en el mismo periodo de 56 mil a 196 mil millones de dólares. Y en lo particular, México es el segundo socio comercial de Estados Unidos, y primer lugar de destino de las exportaciones de los estados de California, Arizona y Texas y el segundo mercado para otros 20 Estados de nuestro vecino del Norte. Esta relación comercial genera tan solo en Estados Unidos seis millones de empleos y cada minuto se comercia un millón de dólares entre ambas naciones.
En resumen, nos encontramos frente a la petición de uno de los integrantes de un tratado que ha beneficiado a tres países, este solicitante que es Estados Unidos, y se dice afectado por el TLCAN, se sentará a la mesa con dos naciones soberanas y de la renegociación deberán resultar beneficios tanto para ellos, como para Canadá y México, sobre la base clara que significó y significa celebrar este tipo de acuerdos: la cancelación de aranceles. De ahí que sea de libre comercio.
Es innegable que el TLCAN, debido a sus resultados se ha convertido en un instrumento del que no es fácil prescindir y que Estados Unidos se ha pensado dos veces el abandonar, así como así, esta alianza. Finalizo citando a Larry Summers, ex secretario del Tesoro de EU, quien en la Convención Bancaria celebrada en Acapulco hace un mes mencionó: “No hay mayor regalo estratégico y económico que pudiéramos darle a China, que Estados Unidos se retire del TLCAN”.