Las recientes elecciones generales celebradas en España, muestran la complejidad que experimenta actualmente el régimen parlamentario de aquel país. Cuando el sistema de partidos español se caracterizaba por la existencia
de dos partidos políticos mayoritarios, dominantes y que se habían alternado el poder en repetidas ocasiones sin mayores sobresaltos, no había mayor problema en la formación de gobierno. La situación cambia drásticamente
desde que irrumpen en la escena política española los partidos Podemos y Ciudadanos; es entonces cuando formar gobierno se tornó mucho más complejo y requirió convocar a unas nuevas elecciones, luego de que en diciembre del año pasado los resultados electorales no dieron mayoría absoluta a ningún partido político y no se alcanzó acuerdo alguno que lograra superar la crisis política.
En estas nuevas elecciones volvió a triunfar el Partido Popular (PP). Obtuvo incluso más escaños (137) que en diciembre pasado (123). El Partido Socialista Obrero Español (PSOE) tiene su peor resultado electoral superando al que ya había sido el peor en diciembre. Perdió 5 escaños entre una elección y otra para quedar en 85. La expresión política Ciudadanos es la que resiente el mayor retroceso al pasar de 40 escaños obtenidos en diciembre, a 32 en las recientes elecciones. El partido con las mayores expectativas de crecimiento, Podemos, vio truncada su aspiración de volverse el segundo partido más votado y, por lo tanto, se cuestiona abiertamente la estrategia impulsada por su dirigente, Pablo Iglesias, que en alianza con el partido Izquierda Unida solo pudieron sumar 2 escaños más que en diciembre, para alcanzar ahora 71 lugares en el congreso de los diputados.
La reconfiguración del peso relativo de cada partido político en España no tuvo un cambio drástico entre las elecciones de diciembre de 2015 y junio de 2016. El electorado razonó y evaluó el comportamiento de los partidos de su preferencia, una franja del electorado viró hacia la opción más conservadora y segura, el PP, y cambió su voto. Este pequeño giro hace que el principal partido opositor, el PSOE, tenga que optar entre facilitar la formación de gobierno al PP, o bien tensar de nuevo la situación política que pudiera derivar en otras elecciones. Para el PSOE, mantener su condición de primer partido opositor lo obliga a comportarse de una manera que le permita tener una posición crítica y frontal al nuevo gobierno que resulte de las alianzas parlamentarias del PP y, por otra parte, replantear su oferta política para aspirar a obtener el voto mayoritario de los electores en las próximas elecciones. El régimen parlamentario tampoco es sencillo.