Según el cronograma oficial, este lunes deberán regresar a clases unos 26 millones de estudiantes y casi 1.300 mil maestros. La convergencia entre muchachos y docentes plantea un reto enorme para el país y sus posibilidades de futuro. El desencuentro también.
Poco hay más esperanzador y potencialmente más productivo para cualquier país que el desarrollo educativo. De esto sobran las evidencias y los ejemplos en numerosos países del mundo. Me viene al recuerdo la experiencia de Taiwán, un país insular de unos 25 millones de personas que en cosa de medio siglo logró una de las transformaciones educativas más ricas, que lo han colocado en la punta del éxito nacional.
Apunto para el caso el hecho más que significativo que la base del modelo educativo taiwanés radica en el desarrollo de la escuela pública. ¿Sorprende? A mí también. Sobra decir que Taiwán, a diferencia de su vecino imperial, quiero decir China continental, es un país de modelo económico capitalista.
Un apunte más que tuve la oportunidad de constatar en directo. Las escuelas públicas de Taiwán son las más prestigiadas y de mayor demanda nacional. Los estudiantes que de allí egresan son los mejor preparados y cotizados en el mercado profesional. Esto a diferencia de las escuelas y universidades privadas o de paga como coloquialmente designamos en México a este perfil de escuela.
Es más. En los corrillos políticos y diplomáticos taiwaneses es común que se afirme que los centros educativos privados del país, ya sean éstos de educación básica, media y/o superior están destinados para los estudiantes menos aplicados, una forma amable que evita el uso del concepto clásico para aludir a los estudiantes menos aventajados.
México y Taiwán son dos países inmensamente distintos, casi sobra decirlo. Allá los estudiantes son dignos de llevar ese título. Nada diferente que añadir al honor de quien se hace llamar o lleva el nombre de maestro.
En México es otra cosa. Ni todos los estudiantes merecen el honor que trasunta el título ni tampoco muchos maestros.
Este lunes se desconoce si los casi 26 millones de estudiantes estarán en sus pupitres, listos y ansiosos de escuchar a sus maestros. Tampoco sabemos si todos los maestros llegarán puntualmente a sus aulas para impartir conocimientos y, más importante aún, alentar a los niños, adolescentes y jóvenes de este país a labrarse un patrimonio a través del estudio, el conocimiento y la experiencia.
Será en consecuencia este lunes un día crítico para el país y su futuro. (fin)
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