El terremoto en Chiapas pone en evidencia la clase política que gobierna ese estado, chiquitos, pasmados, el gobernador y su recua de aduladores con la mirada asustada, tartamudos. A punto del llanto frente a el reclamo de los damnificados. Cierto es que un evento de este tamaño a todos espanta, aterroriza, también es verdad que ante la crisis llegan a salir los rostros de héroes o de cobardes,
lamentablemente Chiapas no tiene gobiernos de políticos, sino de gerentes, muy buenos para sus carteras; no hay estadistas, ni el gobernador, con toda y el morral lleno de billetes listos para comprar espectaculares y publicidad ha sido capaz de transmitir un poco de serenidad a un pueblo históricamente golpeado por la miseria, por la pobreza, Chiapas es muy grande, tanto que soporta a los bandidos sexenales que lo saquean...
Chiapas ahora si nos duele, tal y como lo advertimos en el picotazo de hace dos meses, a Chiapas lo vamos a voltear a ver cuándo se incendie por el hartazgo social o cuando una crisis provocada por la naturaleza se haga presente, y si, se hizo presente...el terremoto pone en evidencia dos cosas: el cómo vive su gente, el cómo se sobrevive en una región en donde su gobierno, el caso de Velazco Coello , se consigue gracias a acuerdos políticos y familiares, pero no por que tengan la estatura para convencer a los votantes de que son los idóneos para conducir sus destinos.
Y el cómo se maquilla gracias a la publicidad oficial una realidad que no existe en Chiapas. Ahora, muchos de ellos se frotan las manos pues sabedores son de que los fondos económicos del gobierno federal correrán hacia sus oficinas , en un festín de billetes que dudo mucho lleguen a las manos de los abandonados chiapanecos...nadie quiere un terremoto, pero en este caso sirve para revelar a la peor clase gobernante de un estado; en Veracruz surgió la figura de Javier Duarte, como monumento a la corrupción y a la locura, Chiapas no está lejos, nada lejos de el germen de los corruptos y ladrones.
En Chiapas comienzan ya a sonar las voces de un hartazgo social que debido a el terremoto habrán de mostrarse en el proceso electoral, ojalá a los chiapanecos la desmemoria no les gane y de una vez por todas den un valiente paso, no para votar en contra de x o y partido, sino de buscar una real transformación a fondo que les permita recuperar la dignidad y recuperar al estado.
El terremoto, nadie lo pidió, pero está desnudando a familias enteras que dese el poder se acostumbraron a pasarse la estafeta de generación en generación. Hoy, a esos elegidos sexenales la cara se les contrae de miedo, pues no saben cómo ser hombres para enfrentar la desgracia, los chiapanecos no ven por ningún lado a sus estadistas, nadie, ninguno de esa clase política que dice representarlos, tanto en congresos locales como federales han levantado la voz para generar una corriente distinta y transformadora del estado. Para eso está sirviendo el terremoto. Para abrir las necesarias grietas de la conciencia y que a Chiapas no solo se le envíen latas de atún y pañales sino un debate serio sobre sus condiciones de su triste realidad histórica de pobreza y retraso y mire que la gran mayoría de los chipanecos son en verdad gente buena, brillante, con el alma limpia, pero que no merecen a esos que los gobiernan y que al primer sismo balbucean sin saber debajo de que faldas esconderse.