Luis Videgaray puede ser buen economista, pero es un pésimo historiador. En su pretendido destape de Meade saco de su tumba al sonorense Plutarco Elías Calles y lo restregó en la figura del actual secretario de hacienda, como si esto fuera un premio a la tenacidad. El de relaciones exteriores sigue aprendiendo en el cargo y en la política. Si Videgaray quiere establecer una especie de Maximato pues hizo lo correcto al apuntalar a
Meade como si fuese el fantasma del viejo caudillo de la revolución mexicana, aquel que tuvo bajo su garra a dos presidentes de México y que desde las sombras se encargó de llevar las riendas de una tierra que olía a sangre y pólvora... Hasta que termino por fastidiar al tercero y fue el general lazaron cárdenas del rio el que le pidió amablemente subirse a un avión y abandonar el país para no volver hasta después de entrado los años...Videgaray no es un improvisado y su lengua es el marcador que buscar levantar las expresiones de un priismo titubeante que no sabe si ir con melón o con sandia. Ahora, tendríamos que averiguar si Videgaray habla por si mismo o por el presidente y esa colocación de chambelanes y pastel a el quinceañero Meade es la línea de que es el tapado destapado. Solo que el priismo y su clásica disciplina no representa el sentir de todo un país que no termina por sacudirse la tierra de varios años de tecnócratas que han convertido a esta nación en un campo fértil para la riqueza de unos cuantos y la pobreza de millones, Meade es el más alto representante de esos grupos economistas que desde las cumbres del poder deciden sobre lo que sucede en el valle y los páramos. Vamos, Meade se asoma como el candidato de los ricos mientras que en la esquina de enfrente crece un Andrés Manuel que ha sabido capitalizar el rencor y desesperación de muchos... Videgaray no se equivoca en ensalzar a Meade, pero no como el político modelo que se requiere para la presidencia sino para ocupar la cartera del banco de México, ahí si con todo el empaque para poner en práctica sus doctrinas capitalistas. Pero al frente del país no. En la presidencia se requiere como nunca de un capitán con un ADN realmente político, de conciliación, no de divisiones, y con un firme perfil social, que empate y entienda a todos los sectores, sobre todo a los marginados, que sepa de dialogo y no de corbatas caras ni títulos en el extranjero que solo generan distancia en un país de pre pre-damnificados.