Uno de los estandartes, vamos columna de credibilidad que llevó al poder a la
Cuarta Transformación fue el combate frontal a la corrupción bajo dos esquemas, no mentiras, no traicionaras. Eso se desmorona. Recordemos primero cuando José Antonio Meade exhibe a amlo con la propiedad de dos departamentos que no aceptó, luego si, que negó, luego reconoció pero que no cumplió con su palabra acerca de que si le demostraban su propiedad los donaba. Bueno pues ahora con su gabinete. Ahí está uno de sus más cercanos Cesar Yáñez con una boda majestuosa, y la respuesta de amlo, “pues yo no fui el que me casè”. Más tarde un personaje como Ebrard que manifiesta que no tiene ni para la renta pero se autoexilia para vivir ni más ni menos que en Paris. Más? Los dos tropezones de Jimenez Espriú, uno, conflicto de intereses en cuestión empresarial y, dos, la aparente propiedad de un departamento de Houston que dice no es suyo pero las escrituras demuestran lo contrario. Ahí está la exministra Olga Sanchez Cordero, que siempre ha vivido en la opulencia, producto de un sistema del cual hoy reniega y que involucra también un lujoso penthouse en Estados Unidos que provoca las contradicciones entre ella, el vocero presidencial y la secretaria de la Funcion Pública, ninguno de los tres convencieron no con la declaración de la dama diciendo que se lo gano trabajando ella y su marido por “100 años”. Como joya vemos al hijo menor del Presidente presumiendo su asistencia al Super Bowl. La explicación es que la mamá es la rica. Y más aún, la inconsistencia de muchos funcionarios que en su historial manifiestan grados académicos no verdaderos. Caray si se dieran a conocer algunas de las cuentas bancarias millonarias en dólares de los cercanos al Ejecutivo en Nueva York, y en firmas de crédito suizas, nos iríamos para atrás por los nombres y montos, y pregunto, esto no lo sabrá el mandamás? Y que conste que es pregunta.