Hace tiempo que este país extravío el rumbo. Y no significa que me ponga nostálgico por los tiempos idos, pero mucho de lo que enfrentamos se debe a la diversidad de opiniones, a lo disímbolo de los gobiernos que ahora se forman y conforman, a las ocurrencias de nuestros gobernantes, a la oposición de todos aquellos que no
alcanzan a integrarse en las estructuras de gobierno o de representación popular, o incluso en los órganos estatales autónomos y de impartición de justicia.
Pero así hemos concebido a la democracia, y se pervertirá en tanto deje de ser un instrumento para alcanzar ambiciones bastardas que solamente benefician a unos cuantos, lo cual deja enormes vacíos en las necesidades de los muchos. Esa ha sido nuestra desgracia desde hace ya muchos años, y no hay a quien culpar más que a los grupos de hombres y mujeres que han tomado decisiones equivocadas porque carecen de conocimiento en el oficio de gobernar y administrar.
Hacer gobierno no significa inventar programas sociales o grupos a los que se tiene que beneficiar de una u otra forma porque se adhirieron incondicionalmente a un proyecto.
El arte de gobernar implica visión de largo plazo y no decisiones coyunturales, administración eficiente de recursos públicos y no dilapidaciones presupuestales con fines políticos, beneficios comunes y no orientados solamente a quienes se adhirieron a la conveniencia de un proyecto. Quizá también abona, a ese desconcierto en la definición del rumbo del país, que nos gobiernan hombres y mujeres sin perfil profesional, o que simplemente entraron al ejercicio político porque los invitaron, o porque se les ocurrió que era una buena forma de lograr fama y riqueza. Y es ahí donde perdimos el rumbo, porque dejó de existir el programa para dar paso a la ocurrencia, la extravagancia, el capricho, la frustración, el encono acumulado, el odio sembrado por las ansias de venganza.
Son muchos factores los que inciden en lo que ahora vivimos; pero de seguir por el mismo camino, encontraremos el caos, o quizá la dictadura y el caudillismo para imponer un programa personal.
México está en riesgo porque el Estado carece de estadistas con la talla de aquellos que sembraron la simiente del progreso, las leyes y el orden; y nos llenamos de charlatanes y maleantes que pululan de cargo en cargo porque mantienen en el engaño a quienes poco entienden de su infortunio.
¿Hacia dónde camina México? Esa es la gran pregunta; y surge de las equivocaciones cometidas por nuestros dirigentes políticos al colocar el interés personal por encima del interés de los ciudadanos. Las reyertas de estos tiempos no se producen para mejorar la vida de los mexicanos sino por apoderarse del gobierno, aunque no se tenga un programa. Eso es lo que ha provocado el extravío del país al que aspiramos los mexicanos. Por desgracia, hoy son los tiempos de la lucha del poder por el poder. Por desgracia hacia allá camina México. Al tiempo.
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