Tengo la impresión de que el Presidente Andrés Manuel López Obrador no termina de entender el papel histórico
que le toca desempeñar.
Ya no es el activista más recurrente que ha recorrido todas las regiones del país, todos los estados, la mayor parte de los municipios, y hasta parajes que nadie visita pero que él acudió para ser congruente con lo que pregonaba y señalaba en cada una de sus intervenciones públicas. Y no es que pretenda incidir en la conducta del ahora Primer Mandatario, pero alguien tiene que decirle que la toma de decisiones conlleva mucho tiempo de análisis y reflexión.
Ya no puede operar al botepronto, y mucho menos al calor de las ocurrencias surgidas de los acontecimientos del momento o de quienes lo acompañan o asesoran, porque lo que esperamos los mexicanos es que sea ese gobernante que tanto pregono y que le permitió entrar en la confianza de la mayor parte de los ciudadanos, y quienes decidieron otorgarle su voto y por consecuencia su confianza para que realizara ese cambio que durante tanto tiempo anunció. Ese exacerbado populismo que utilizó para alcanzar su más caro anhelo, debe quedar en el pasado para serenarse y actuar como el estadista que requiere este país para salir adelante.
Lo que esperamos los mexicanos de nuestro Presidente de la República es que tenga el carácter y la sapiencia no tan solo para cambiar el rostro del país, sino para transformarlo en un mejor lugar para vivir, trabajar, estudiar, y que sus habitantes puedan dedicarse a lo que les venga en gana siempre y cuando no se aparten de la ley. Así de simple seria el modelo aspiracional que muchos mexicanos podríamos delinear y que el señor Andrés Manuel López Obrador nos dijo durante mucho tiempo que era el modelo que necesitamos los mexicanos.
Pero también nos dijo que desde el primer día de su mandato cambiarían las cosas, y lo que menos esperamos es que cumpla su palabra, porque ese cambio que tanto pregono tiene que despertar el letargo en que nos mantuvimos durante tanto tiempo a causa de que el Estado de Bienestar que nos construyeron los priistas, y que nos otorgaban muchas facilidades para empobrecernos. Y eso quiere decir que nuestra aspiración colectiva es esa misma que nos describía todos los días en todas las regiones como el Mexico que merecemos.
Ese Mexico que merecemos es el que necesitamos construir, y el Presidente de la República se tiene que convertir en nuestro apreciado gestor para que tengamos esas oportunidades que tanto nos describió en sus arengas públicas. Pero también hay que decirle que los estadistas conducen a sus pueblos, y que consultarles todo lo que se tiene que realizar para alcanzar ese florecimiento como nación no es más que un fútil ejercicio populista que pudiera poner en riesgo la gobernabilidad, que no es otra cosa que la capacidad que tiene un gobierno para satisfacer las necesidades de su población.
Andrés Manuel López Obrador nos habló mucho sobre la Regeneración Nacional, y eso no es más que componer una cosa para ponerla en buen estado. Así de simple, aunque también hay que señalar que esa regeneración a la que tanto se refirió también quiere decir que encabezaría una lucha permanente por desterrar los vicios que como gobierno y sociedad hemos tenido y buscaría conducirnos a nuevos estadios donde las desigualdades desaparezcan, el estudio sea accesible para todos, y que la lucha por las oportunidades disminuiría porque todos podrían aspirar de acuerdo a sus capacidades a tener mejores niveles de bienestar. Vaya que la vara está alta, pero creo que Andrés Manuel López Obrador debe tener algo escondido que hasta ahora no conocemos, y espero que pronto lo saque y comience esa Regeneración.
Al tiempo.
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