¿Unidad nacional? 10Feb

SINGLADURA

Aún me pregunto si México puede y debe unirse para enfrentar  la amenaza nacional que  encarna el bisonte de la Casa Blanca llamado Donald Trump.

Está claro que Trump es en estos momentos el enemigo externo número uno de México.  También es cierto que México tiene un gobierno, comandado por Enrique Peña Nieto, legalmente constituido. Eso significa, al menos teóricamente, que Trump embiste al país y su gobierno.

Los mexicanos debemos defender al país. De esto no hay duda y mucho menos debería haber alguna. ¿Pero qué pasa cuando tenemos un gobierno, si no espurio, si erosionado por sus propios hechos, errores y desmanes?  ¿Habría qué hacer un borrón y cuenta nueva y obviar los yerros del gobierno en momentos críticos para el país?  Eso aún me lleva a serias interrogantes.

¿Cómo hacer tabla rasa de los últimos cuatro años? Tendríamos que abrir un paréntesis enorme y soslayar hechos internos tan graves como  la desaparición  y casi seguramente el asesinato de 43 estudiantes, o los hechos de Tlataya. También habría que olvidar al menos por ahora la matanza de Tanhuato, Michoacán y por si fuera poco  la espiral de violencia criminal que aún azota al país y que se mantiene incluso por encima del brutal saldo del calderonato y su sanguinaria  lucha contra el crimen.

De igual forma, en estos momentos de acoso externo trumpiano, habría que dejar atrás los cuestionados hechos de presunta corrupción asociados a la famosa Casa Blanca, la casa de Malinalco, el caso OHL.

Habría que añadir un proceso de desmemoria sobre los acuciantes fenómenos económicos adversos del país, que incluyen la desproporcionada concentración de la riqueza, la desigualdad salarial, la impericia en la conducción económica, el alza de los combustibles,  el flagelo de la inflación, la escasez de empleos y otros males que agobian al país.

De igual forma habría que echar tierra a las malogradas reformas estructurales, que incluyen la virtual entrega del petróleo a extranjeros, una supresión en los hechos de la expropiación petrolera y aún de la nacionalización eléctrica de otros años en el país.

Y también tendríamos que dejar a un lado la fallida reforma administrativa en el ámbito educativo del país.

De igual forma, habría que olvidar el vergonzoso capítulo de traer a Trump en el medio de la campaña electoral estadunidense, un hecho que apuntaló la campaña del magnate del ladrillo y de alguna forma contribuyó a su triunfo el 8 de noviembre.

Hay tanto resentimiento en México contra el gobierno que parece difícil  una reconciliación, aún en estos momentos aciagos impuestos por el gobierno de Trump.

Trump embiste en el peor momento y sobrepone a la crisis interna un nuevo y peligroso conflicto que amenaza a nuestro país. Aún me pregunto si el tamaño y la fuerza de la embestida bastarán para unir al país, pero sobre todo para echar tierra sobre los yerros y desmanes del gobierno. Ese es el dilema y el peligro para México hoy.

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