Quiera Dios que el presidente Andrés Manuel López Obrador retome hoy
formalmente sus actividades de buen ánimo y mejor talante para impulsar las soluciones de los graves problemas del país que a ratos parecen irresolubles. Espero que el descanso allá en su tierra le haya resultado reparador. Ojalá esos días de solaz le hayan dejado ver que no todo tiene que ser rigor y que el país también necesita el descanso del presidente, quien –para decirlo en forma coloquial aunque con todo respeto- se para unas tiznas demasiado exigentes para un hombre de su edad y no es que lo crea viejo, diría que el presidente está en su plena madurez pero en el preámbulo inmediato de la vejez.
El presidente debe cuidar su estado general de salud. Espero que se dé tiempo por ejemplo para hacer algún tipo de ejercicio físico, que en opinión de quienes saben esas cosas, siempre ayuda a que cualquier persona pueda enfrentar de mejor manera y con mayor éxito sus actividades cotidianas. No todo debe ser rigor, insisto. Un poco de ejercicio, una dieta adecuada, un descanso reparador, son condiciones para una buena salud. Si a esto agrega el cuidado, la atención, e incluso el apapacho familiar, las buenas relaciones con el prójimo y un temperamento menos agreste y más sosegado, cualquier persona tendrá seguramente una vida mejor y más fecunda.
Qué bueno que el presidente abrió un paréntesis o se dio una tregua en sus responsabilidades públicas para disfrutar un poco de solaz, espero que con su familia más cercana. Debería hacerlo de manera más sistemática. Creo que ha asumido las riendas del país con demasiado celo, qué bueno, pero no por mucho madrugar amanece más temprano, indican por allí las voces del pueblo sabio y bueno al que él tanto quiere reivindicar.
Amlo cumple jornadas demasiado prolongadas, extenuantes para cualquier ser humano. Me parece que el fondo de esta actitud es su desconfianza, incluso en sus propios colaboradores. A varios de ellos les ha enmendado públicamente la plana. Si los presidentes de los periodos previos a la Cuarta Transformación pecaron muchas veces de desdén y ausencia, hoy el jefe de la 4T asume de manera personalísima la agenda nacional. Sus colaboradores de primera línea casi alinean en la banca, parecen convidados de piedra o simples testigos mudos de la historia amloniana.
Parece que al presidente no le gusta delegar, interviene en prácticamente todos los temas del país. No sé a qué hora se informa, reflexiona, analiza, ordena e instruye. Creo que si por él fuera, ya se habría terciado un Ak-47 para darle matarilí a tanto maladrín que colma el espacio nacional. Es un presidente hiperquinético. Se entiende el tamaño de la responsabilidad que se ha echado a cuestas. Es probable que sea bueno, quizá no tanto. Los venezolanos tienen un dicho que me encanta: “ni calvo ni con dos pelucas”.
This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.