El gobierno federal no pierde tiempo y sigue concentrado en torcer el rumbo de la nación a base de decretazos, acuerdos y reformas que se aprueban al vapor, sin una discusión parlamentaria, mayoriteando y aplicando madruguetes con total impunidad y sin medir los alcances de sus decisiones.
No bien se abre el telón en el Congreso y, perfectamente alineado se observa al ejército de vasallos atentos a las órdenes de aprobar cuantas iniciativas envíe el titular del Poder Ejecutivo. En este último período antes de las elecciones de junio próximo, seguiremos viendo la misma historia: como llegue la iniciativa, tal cual, sin hojearla siquiera, la aprobarán, para seguir ofendiendo la división de poderes.
Los temas de la agenda legislativa son muchos y claves para los planes “transformadores” del gobierno, Y vea, si no: la reforma al Banco de México, ya aprobada en el Senado, que propone obligarlo a comprar los dólares excedentes en el mercado, violando su autonomía y exponiéndolo a operaciones de riesgo al quebrantar la reglamentación para prevenir el lavado de dinero.
La eliminación de la subcontratación laboral, aunque con ello desaparezcan cientos de miles de plazas laborales y otras tantas micros y pequeñas empresas. Una práctica que, dicho sea de paso, le ha funcionado de maravilla al Gobierno Federal, particularmente a la Presidencia de la República.
La eliminación de docenas de organismos autónomos, todo ente que pueda obligarlo a transparentar y entregar cuentas claras de sus decisiones. Organismos que le incomodan, porque han documentado los actos de corrupción o falta de transparencia, dejando en evidencia que la lucha anticorrupción solo existe en el discurso, pero en la práctica no se le ve por ningún lado.
El Presidente cree que tiene la facultad de apropiarse de entidades creadas como contrapeso de las instituciones que conforman el Estado mexicano.
Está también la iniciativa preferente para cambiar la Ley de la Industria Eléctrica, con la que busca deshacerse de los particulares para que sea la CFE la única que alimente el sistema eléctrico nacional, con fuentes de energía contaminantes.
La apuesta por no utilizar energías limpias prevalece.
Asombra observar cómo toda la concentración de esta maquinaria destructora del régimen está puesta en la demolición institucional y en ahuyentar inversiones, mediante iniciativas que lucen absurdas, mientras el país, como el resto del mundo, se debate en una guerra a muerte contra el covid-19.
Mientras el escenario ‘catastrófico’ de los 60 mil muertos está muy cerca de multiplicarse por tres.
En un país donde tienes que registrarte en una página que no abre para recibir una vacuna que no hay y tal vez ni han adquirido, pero eso sí, avanza la acción proselitista de los servidores de la nación.
La arrogancia desde Palacio Nacional ha llegado a tal nivel de insensibilidad que aturde y ofende, cuando lo único que los motiva es ir por más recursos y más poder.