Nubarrones en el cielo de la democracia mexicana.
De que ganó Morena en las pasadas elecciones del 5 de junio, no me cabe la menor duda, pero de que hubo violaciones a la ley y viejas mañas electorales, tampoco. Y lo peor, es que seguimos normalizándolo.
Bien el desempeño del INE, reconocido por ganadores y perdedores, pero, al árbitro electoral le hace falta poner orden frente a las anomalías, tener garras y dientes para defender la democracia.
Otro nubarrón que obscurece el panorama es el papel de los gobernadores de oposición que, al ver cómo se hunde su barcaza partidista, toman la oferta de incorporarse al gobierno actual, a cambio de… impunidad, protección, otro puesto, seguir viviendo del erario, vaya usted a saber.
Ejemplos, Oaxaca e Hidalgo, Alejandro Murat y Omar Fayad, se frotan las manos desde ahora en espera de conocer qué embajada los espera y dejar a buen resguardo el cochinero que dejan en sus entidades. En qué democracia auténtica se ven estas maniobras, en donde la convicción ideológica es una figura retórica. Es evidente la degradación de la clase política en México, que no ve más allá de sus intereses personales.
Los reflectores apuntan ahora hacia los dos últimos bastiones del maltrecho PRI, Estado de México (la joya de la corona) y Coahuila. Perderlos en 2023 sería la estocada final del Revolucionario Institucional que paso a paso ha ido cambiando de piel, de roja a guinda. Si Alfredo del Mazo y Miguel Ángel Riquelme, deciden en 2023 andar el mismo camino que sus homólogos de Hidalgo y Oaxaca, el Presidente y Morena asumirán el control de 24 entidades, más que posicionados para la gran batalla de 2024.
Si a esta circunstancia le agregamos la condición crítica en que se encuentra la oposición, que ya comprobó que ir en coalición no basta y que al hacerlo tienen que ir todos juntos. Ojo, que aquí Movimiento Ciudadano se ha convertido en el fiel de la balanza, aunque insiste en irse por la libre.
A esta oposición le urgen cambios si quiere mantenerse con vida, nuevos liderazgos y generar un discurso más articulado y cercano a la gente. Si todo este bloque de partidos y organismos no hace algo distinto a lo realizado en estas elecciones, dé por hecho desde ahora, que Morena se alzará con el triunfo en la próxima elección presidencial, sin despeinarse mucho.
Sé que el juego limpio en las elecciones es mucho pedir en México. Pero estoy convencido que un INE sólido y fortalecido pondría orden sobre un poder que manda sin recato secretarios de estado y gobernadores a apoyar campañas, que presume obras sociales y se entromete en el proceso; un Estado que permite al crimen organizado apropiarse plazas para hacer y deshacer a sus anchas y con total impunidad.
Pero, aquí “no pasa nada” y nadie mueve un dedo.
¿Quién pone orden en la casa?