“Nunca será tarde para ir al encuentro de un mundo más equitativo, si en el
empeño ponemos corazón y anhelo”.
Estoy convencido de que la esencia de la vida es un deseo a compartir de modo auténtico, también una aspiración a escucharnos mutuamente, con la clemencia siempre en el alma, para poder tomar el espíritu reconciliador como universal lenguaje, tanto para entendernos como para sustentarnos unos a otros. En consecuencia, si fundamental es una cultura que nos hermane basada en el derecho y en la rectitud, de igual modo nuestro proyecto de esperanza ha de mundializarse, anteponiendo el bien colectivo a los intereses privados. No olvidemos que vivir entre lo diverso tiene la tarea de armonizar o destruir. Pensemos que la ley suprema del universo radica en esa confluencia de latidos heterogéneos, pero que nos asombran en la medida que concurren sus tonos y timbres. Por eso, hoy más que nunca, se requieren políticas sociales; y, en este sentido, la cobertura de salud universal es básica para continuar haciendo justicia. No podemos desatender y desentendernos de algo tan esencial como el que cada ser humano pueda tener acceso a la atención sanitaria en el lugar y en el momento preciso. La apuesta del titular de la ONU, Señor Guterres, afirmando recientemente que “demostremos al mundo que estamos dispuestos a subsanar las deficiencias en materia de cobertura sanitaria en todo el orbe y a asegurar la salud para todos”, es verdaderamente ilusionante y un acto de moralidad, o si quieren de conciencia inclusiva. Lo mismo sucede con el ámbito educativo. Educar no es dar posición en el camino, sino templarnos para poder convivir con el análogo y hacer frente unidos a las cruces encontradas.
Indudablemente, como caminantes la esperanza jamás podemos perderla. Cada cual es un ser llamado a ese estimulante vital que innatamente nos encandila con el soplo de las ilusiones. No es cuestión de fantasear, pero sí de enhebrar la utopía como inicio de todo avance y diseño de un futuro mejor. Desde luego, estamos obligados a compartir la tierra, y al menos como sembradores vivientes, a ser ciudadanos dispuestos a hacer un mañana tranquilizador para todos. Así, espacios como Medio Oriente y el Norte de África, no deben ser vistos sólo como áreas de conflicto, sino como un territorio de oportunidades que, con el apoyo de la comunidad internacional, puede mostrar un dinamismo y capacidad notables. Sin duda, cada porción del planeta con su biodiversidad se complementa, y sus moradores han de estar siempre dispuestos a cooperar. Nunca será tarde para ir al encuentro de un mundo más equitativo, si en el empeño ponemos corazón y anhelo. A propósito, nos emociona y nos activa el anhelo, de que en Argentina, combatir el cambio climático se haya convertido en una búsqueda prioritaria. A propósito, nos consta, que el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo ha ayudado a establecer un Gabinete Nacional de Cambio Climático que reúne a 17 entidades de gobierno para integrar las estrategias de esta lucha en todo el abanico de políticas públicas. Precisamente, son estos talantes y sus ejercicios, las que nos regeneran y nos hacen estar en movimiento. Por cierto, ya en su tiempo el inolvidable filósofo y escritor francés Voltaire (1694-1778), nos lo advertía diciendo que “la providencia nos ha dado el sueño y la esperanza como compensación a los cuidados de la vida”. Ojalá tomemos buena nota de ello, y pacientemente sigamos estrechando lazos y uniendo vínculos que nos fraternicen, en vez de avivar la tirantez de la cuerda que no es bueno para nadie.
En cualquier caso, el deber congénito del sentimiento natural que todos llevamos consigo es reanimarnos al abrigo de cada amanecer, a pesar de que en los últimos años, la economía mundial haya crecido un 3%, mientras que los salarios solo lo han hecho un 1,8%, lo que acrecienta la desigualdad y la pobreza de mucha gente, totalmente excluida de un sistema de vida decente. Ante esta situación tan bochornosa, contraria a ese discernimiento integrador mundial que tanto se vocifera, no podemos resignarnos, es menester incorporarnos a la acción ante la multitud de ciudadanos desamparados en un mundo de mil contradicciones. Por consiguiente, no podemos dejarnos abatir o asustar por un contexto forjado desde las contiendas y los dolores, tenemos la misión de despertar, de ponernos en curso hacia otros horizontes que no engloben una cultura corrupta, putrefacta, que termina por amortajarse en sí misma con todo el linaje. Es verdad que el contexto actual es antiestético y preocupante: hay muchos, muchos lugares, ciudades y pueblos, mucho gentío, angustiado; cantidad de guerras, cuantioso odio, considerable envidia, abundante mundanidad espiritual y excesiva podredumbre; pero todo esto se desmoronará, a poco que activemos esa capacidad de mirar las cosas desde otro ángulo más de servicio, con buen ánimo y mejor disposición, con el objetivo de ir siempre hacia adelante. Seguro que se arreglarán muchas cosas, cambiando únicamente de actitud. Seamos, pues, personas luminosas, positivas en definitiva.
Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
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7 de abril de 2019