(La vida de Jesús fue una lucha permanente: La Cruz es la victoria)
No me gustan los continuos aires que dividen,
tampoco los vientos que enfurecen sin cesar,
ni aquellos pactos que no amansan a nadie,
porque consigo llevan el abecedario inhumano,
aquel que siembra en nuestro eterno respirar
el enemigo, el destructor de la vida: el diablo.
¡Sabed que jamás se sale victorioso,
loando triunfos, sino venciendo caídas!
Levantemos la cruz, miremos al cielo,
revivamos el verso al son de la mirada,
renazcamos a ese universo de Jesús,
dejémonos iluminar por su Palabra,
hagamos unidad haciendo el corazón,
seamos fruto que alienta y alimenta.
¡Pensad que de los fracasos y flaquezas,
siempre se aprende y se reprende uno!
Cultivemos lo armónico cada instante,
paso a paso formemos una piña de luz,
fragüemos el amar con el amor entre sí,
concibamos el gozo de la hermosura,
la victoria de los piadosos brazos abiertos,
con Jesús elevado y Satanás destruido.
¡Recoged conciliaciones, unirse y reunirse,
que la victoria está en reconciliarse!
Porque el mal existe y nos cohabita,
pues esta vida es una perenne batalla,
que hemos de vencer cada despertar,
convencidos de que las tentaciones
están ahí, esperando nuestra flaqueza,
aspirando a que dejemos de ser sublimes.
¡El príncipe de la maldad, demanda
nuestra frustración, detesta nuestros latidos!
Víctor Corcoba Herrero
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26 de octubre de 2019