LA BÚSQUEDA DE DIOS A NOSOTROS
(Dejémonos asombrar, por ese Cristo que nos vivifica, ante los fracasos de la vida)
I.- JESÚS NOS REVIVE CADA DÍA
El amor de Jesús se manifiesta en cada instante,
sólo hay que salir de uno mismo y verse con él,
despojarse de lo mundano y volver a sus brazos,
que es donde en verdad uno retorna a lo místico:
¡cruzando la muerte, entrando en el pulso de Dios!
Jesús es el único amor que nos traspasa a la vida,
que nos enciende la esperanza de poder amarnos,
pues su expresión nos dona aliento y enardece,
anima y vivifica, ilumina y nos aplaca en su luz:
¡desvaneciendo la noche del miedo y del ahogo!
El crucificado es nuestra viva sombra liberadora,
camina junto a nosotros y nos protege cada día,
se manifiesta en los que lo invocan y abrazan,
no se oculta para que lo podamos sentir todos:
¡en nuestro diario existencial y reencontrarnos!
II.- LA PASIÓN DEL SEÑOR
Cuando la noche se vuelve más negra y oscura,
cuando todo parece estar sumamente perdido,
en ese preciso momento de oscuridad y ceguera,
interviene el Señor y resucita en nuestro andar:
¡abrámonos ciegamente a la confianza de Dios!
Somos hijos del amor y hemos de querer amarnos,
hemos de hacer todo de corazón por los demás,
hemos de descubrir la fuerza del poema que soy,
en el espíritu de entrega y en el valor de absolver:
¡sin haber perdonado, la llave del cielo no se abre!
Jesús implora para sus verdugos la quietud del Padre,
lo hace con la humildad del que ama porque quiere,
no hay otro modo de concebir el gozo que el darse,
quien se dona también sabe perdonarse y renacer:
¡en la pasión de Cristo todo se enternece y eterniza!
III.- LA VUELTA AL VERSO DE DIOS
Bajo la estela del Redentor, volvemos a regresar
al verso de Dios, a la voz hecha nívea existencia,
a la expresión divina del lenguaje de lo auténtico,
aquel que nos renueva y reverdece mar adentro:
¡Había muerto en la cruz, pero nos renace el alma!
Jesús se deja ver en nuestro interior resucitado,
mientras el sepulcro terrenal permanece sin nadie,
desposeído de mundo, poseído por la gloriosa
e inmortal ascensión celestial que nos sublima:
¡hasta volvernos poesía y envolvernos de poetas!
Cristo es el artífice de nuestro cambio de actitud,
no hay signo de gratitud para el gozo de gratuidad,
dejemos que hoy esta experiencia nos transforme,
se enraíce en nuestro caminar y nos agarre la paz:
¡Redímenos y líbranos de estas cruces terrenales!
Víctor CORCOBA HERRERO
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11 de abril de 2020.-