(Cuando llegas al mundo rompes a llorar y al marcharte suspiras: te despojas de cuerpo y te despejas el alma)
I.- DESNUDOS DE MUNDO SE ASCIENDE
Hemos nacido para coronar el tiempo de eternidad
y para destronar nuestras miserias humanas sin más,
pues lo culminante es el ser que soy y va en camino,
aquel que ha de desvivirse por desenterrar sus farsas:
quitándose las máscaras, dejándose el alma florecer.
El cielo es el encuentro con el verso que fui y dejé,
motivado por la ansiedad dominadora de un reinado,
que nada es por sí mismo, todo requiere conjunción,
aproximación de corazones, confluencia de latidos,
conciliación de huellas, ajuste y fusión de anhelos.
Ahora al retornar a esa mística liturgia de silencios,
con ese espíritu de la serenidad sobre todo lo demás,
desposeído de toda opulencia, poseído por la calma,
me crezco en su corriente, es más cauce que caudal,
pues el pulso que me asiste no conoce de dominios.
II.- VESTIDOS DE MUNDO SE DESCIENDE
No me gusta este vestuario de mundo que mancha,
que ensombrece la esperanza y entristece el andar,
que vicia al ser que soy y lo envicia en mil vicios,
hasta degradarlo como un objeto más de ganancia,
y destruirlo bajo los efectos del imperio del dinero.
Tampoco me ensimisma el mundo deshumanizado,
cerrado a sus análogos y encerrado en sus fracasos,
incapaz de abrirse a los demás y de prestarse aliento,
que hace prevalecer los intereses propios del poder
y aminora la dimensión poética de la coexistencia.
Bajo el manto de la falsedad no se forja la familia,
tampoco se cultiva el nosotros que nos embellece,
y menos aún, la unidad de pulsos que nos cautivan.
Necesitamos menos disfraces y más transparencias,
para enmendarnos antes de que el mundo nos mate.
III.- EL GRAN ENCARTE MUNDIAL: EL PERDÓN
Todo en esta vida requiere de inclusión armónica,
de inserción en la misión y reinserción en el deber,
pues en esta terrenal celda nadie está libre de culpa,
de vivir sin límites, de ir de acá para allá sin reglas,
apáticos a más no poder, derrochando e insensibles.
Jugamos al descarte con la frialdad de los pedruscos,
nos divertimos en la rufián selva con el más salvaje,
las expresiones de violencia son un continuo diario,
se requieren, pues, de otros encartes más del corazón,
que nos exoneren de esta dicción de miedo y dolor.
La espiral del crimen sólo la frena la rectitud del ser,
la clemencia sembrada contra el veneno de la insidia,
la franqueza que acoge el perdón y recoge la bondad,
una distinción de los valientes que los hace inmensos,
pues no hay paz sin firmeza, ni compasión sin pasión.
Víctor CORCOBA HERRERO
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17 de octubre de 2020