Donde vive el amor, nadie muere

(El auténtico amor no se conoce por lo que requiere, sino por aquello que reconoce y quiere custodiar) 

I.- LA FIESTA QUE NOS TRANSFORMA
El verdadero éxtasis es una fiesta que se forja en el alma,
es una recepción de pulsos y una ceremonia de sueños,
un vivir desviviéndose por vivir para el otro legándose,
pues no hay mayor don que estar juntos y saberse amar,
olvidándose de uno mismo, ¡perpetuándose en el querer!

Tampoco hay mayor luz que un deseo salido de lo hondo,
surgido del verbo y resurgido de la bondad de la verdad,
de un entusiasmo que transfigura nuestra personal figura,
colmada y calmada de serenidad al poder complementarse,
componiendo una vía de confianza, ¡poniendo el corazón!

Rehacerse en el cariño es reponerse cada día y repararse,
es rememorar el mundo de los afectos y celebrar la gloria
de sentirse, tan tierno como eterno, sin recelo a vengarse,
sin miedo a perder la pasión por acariciarse y aguardarse,
en ese camino que nos lleva a Dios, ¡nuestro gran AMOR!

II.- LA FIDELIDAD DE CORAZONES
Uno necesita ser fiel a sí mismo, devoto de sus andares,
practicante de todas las virtudes, ejecutante de lo bueno,
inseparable de esa mirada que sabe verse y reconocerse,
que sabe pedir perdón y perdonarse, renacer en familia,
sentirse uno más de tantos, ¡esto es un hermoso camino!

Nuestra fidelidad no es más que una mística declaración
a la lealtad del Creador, una recreación a su viva creación,
el poema más sublime a la conmemoración de su palabra,
una palabra que se hace aliento y alimento en cada soplo,
porque hallarse es rehacerse, ¡jamás destruir la relación!

Regresar al santuario de la franqueza a diario nos fortalece,
necesitamos depositar nuestra más fervorosa jaculatoria,
para estar en armonía consigo mismo a los pies de la cruz,
y poder anunciar con noble valentía el níveo reino celeste,
asistiendo siempre, sin cesar jamás, ¡ esto es fe en JESÚS!

III.- LA FELICIDAD DE CRECER AMANDO
No hay mayor satisfacción que pasar por la tierra, amando;
ni mayor deleite que morar en los movimientos, queriendo;
porque haciendo crecer nuestro interior, lo que se enciende
es una placidez sin reservas, una insigne quietud imborrable,
fortaleciéndonos el ánimo, ¡rejuveneciéndonos el espíritu!

En el gozo de los demás se halla el privativo gozo de uno,
una aspiración que cuánto más se vierte más nos revierte,
pues la felicidad superior se alcanza, dándose y donándose;
nada es tan grandioso como una mano tendida y extendida
a ese viajero que se ahoga, ¡brindándole nuestro aliento !.

Solo hay júbilo donde hay virtud y esfuerzo en la entrega,
donde se aloja la mística receta de un deber de compañía,
donde se instaura esa fuerte capacidad de servicio continuo,
ante la multitud de nudos que nos acorralan por doquier;
¡Qué alguien nos desenrede las penas, esto es CARIDAD!


Víctor CORCOBA HERRERO
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21 de noviembre de 2020