"Lo significativo es la naturalidad vertida, actuar juntos, con buenos propósitos y coherentes obras, para encontrar soluciones adecuadas, eficaces y sostenibles".
El mundo de hoy anda necesitado de un sincero y fecundo diálogo cultural, anímico, artístico y científico; ya no solo entre los continentes, sino también entre uno mismo. Precisamos conocernos y reconocernos en este orbe diverso, donde cada cual es necesario para esa custodia viviente, de la que somos responsables. Esto nos exige una actitud de apertura en beneficio del acuerdo mutuo. Desde luego, no hay mejor influencia positiva que la disposición desinteresada. Se trata de poner esa entrega generosa del espíritu humano, dela perseverancia donante, en valor cotidiano y clemente. A propósito, se me ocurre pensar en el éxito de un equipo, ya sea deportivo, laboral o social, que va a depender de un aserie de éticas, que es lo que nos hace crecer humanamente en armonía y ser campeones. Indudablemente, no hay mayor logro en el desarrollo de nuestras facultades, que sentir la placidez de hacer y sentirse familia, reflexionando en el bien colectivo y en prestar la asistencia que hoy tanto se requiere.
En efecto, nos faltan brazos para abrazarnos. Téngase en cuenta, que todo tiene defensa y restauración en esta vida, la cuestión es ponerse manos a la obra; y, en este sentido, el mejor viento para ese cambio reside en la educación, fomentando en los niños, ese afán cooperante de compromiso por avanzar en nuestra búsqueda común, siempre con una visión positiva en nuestras relaciones. Lo significativo es la naturalidad vertida, actuar juntos, con buenos propósitos y coherentes obras, para encontrar soluciones adecuadas, eficaces y sostenibles. Para ello, quizás sea el momento de escucharnos más, mediante una comunicación abierta y una auténtica expresión. Este es un buen modo, para ganar confianza y respetarnos unos a otros. De entrada, se podrá lograr una quietud mayor, si unidos rechazamos con firmeza cualquier tipo de violencia y se mantiene una paciente mano tendida, que es lo que realmente da certeza y aporta tranquilidad.
Sea como fuere, también debemos huir del mero estado del triunfalismo; puesto que, nada es definitivo, tampoco la derrota es concluyente. Cultivar la sencillez, desde la sensatez, es lo que nos da la influencia positiva para no desfallecer y tomar una perspectiva de colaboración permanente, en el cumplimiento de aquellos deberes sociales a los que estamos obligados a dar una respuesta. Justamente, bajo esta configuración de incertidumbre que ahora padecemos, los gobiernos necesitan políticas sociales redistributivas, frente a multitud de absurdas contiendas que todo lo destruyen y dilapidan. Ser requiere, pues, de otras atmósferas más decentes. Lo que tampoco es de recibo es caer abatido y no levantarse, no dar oídos ni dejarse acompañar, hundirse y permanecer pasivos. Se trata de cambiar de actitud y de dejarse sorprender por nuevos ejercicios encaminados a mejorar una situación que nos produce sufrimiento.
En cualquier caso, pensemos que el mundo ha avanzado y esto es positivo; ya que si estamos además conectados a la realidad, más pronto que tarde nos hará enmendar caminos recorridos y abrazar horizontes distintos. La cuestión radica en no tirar la toalla jamás. Vivir, en suma, es eso: batallar cada día con el gozo de saber, no perder la razón, de luchar por vivir. Al fin y al cabo, experimentar la belleza del paso imprime fuerza, es algo providencial, orientado al crecimiento y al intercambio de experiencias, lo que nos hace despojarnos de cualquier egoísmo individualista para ser testigos, de nuestros andares y de su continuo esfuerzo. Ciertamente, todo requiere energía y tesón, encuentro y reencuentro; y, para ello, contamos con la influencia positiva del español, la segunda lengua del mundo por número de hablantes nativos; el tercer idioma más popular en Internet, y el segundo en redes sociales, además de uno de los seis idiomas oficiales en las Naciones Unidas, cuestión fundamental para atendernos y entendernos con base en los derechos humanos. Esto nos ayudará, sin duda, a discernir más y a horrorizarnos menos.
CORCOBA HERRERO/ Escritor
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