Nunca cesa la llamada de Dios

(El Redentor nos llama a diario, es el soplo de vida hacia todos nosotros. El gozo más grande está en responder a esta invocación.

Confiados completamente a vivir desvividos por vivir, al servicio encomendado de protección ya donarnos entre sí. Hagamos, pues, realidad el amor de amar amor. Trabajemos nuestro proyecto místico, para el que hemos sido convocados, de corazón a corazón).

I.- CONVERSA SEÑOR;
QUE TU SIERVO TE ESCUCHA

Cada día somos citados por el Creador,
a dejarnos sorprender por su presencia;
continuamente Él nos interpela a seguir,
a no abandonar la ilusión de entregarse,
a quien es la verdad del verso y la vida.

Precisamos oírle y escucharle siempre,
ponernos en disposición de elevarnos,
advertir que nos acompaña y reconducir,
que camina a nuestro lado cada aurora,
calmándonos de brisa y colmándonos.

Cristo, cerca a nosotros en la agonía,
ahora nos emplaza hacia sí en la gloria,
volviéndonos al verbo de la integridad,
haciéndonos coparticipes de su victoria,
y bendiciéndonos para sacudir la tierra.

II.- ANUNCIA SEÑOR;
QUE TU SIERVO TE SIENTE

El cuerpo es para un proceder bucólico,
inspirado en nuestro especial Salvador,
que se articula al espíritu del Altísimo,
como templo de luz y abrigo de dones;
dones celestiales que son irrevocables.

Alabemos a Dios con nuestra hechura,
siendo uno solo con Él porque le amas,
señal de que lo conoces y le reconoces,
porque Jesús es amor que nos enaltece,
engrandeciéndonos el alma de virtudes.

Abrir las puertas al encuentro celestial,
encarna hacer lozanas todas las cosas,
rehacer y renacerse con la expectación,
de sentir la ternura del Padre cada día,
injertándonos el gozo de su existencia.

III.- PROCLAMA SEÑOR;
QUE TU SIERVO TE SIGUE

Tener los mismos sentimientos de Jesús,
es abrir nuestro interior al pulso viviente,
con sentido de familiaridad y confianza;
percatando que protegiendo lo sistémico,
todo se depura hasta nuestra propia vida.

Apoyar al Maestro es deprenderse de sí;
Él se sumergió sin reservas en nosotros,
tomó la posición humana para acercarse,
se dispuso a secar nuestros lloros diarios,
en vela permanente y sin podio de poder.

Podremos tener multitud de experiencias,
afianzar relaciones con muchas personas,
pero sólo el encuentro con el Crucificado,
puede dar sentido pleno a nuestra crónica,
de advertirnos vivos y vivos en el tránsito.

Víctor CORCOBA HERRERO
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13 de enero de 2024.-