Prácticamente, no hay semana que concluya sin un sobresalto en la oficina principal de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Esta no será la excepción y es muy probable que el rector, Enrique Graue, vuelva a sentirse indispuesto hasta el punto de desaparecer, pues su amigo y protegido, el hombre al que encumbró, premió y presumió dentro y fuera del país, Eduardo López Betancourt, acaba de ser sometido a un nuevo proceso penal.
El profesor acosador, como se le conoce en la UNAM, ha sido vinculado a otro juicio, ahora por su probable responsabilidad en la comisión del delito de Tratos Degradantes, previsto en el artículo 29 de la Ley General para Prevenir, Investigar y Sancionar la Tortura y otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes.
El pasado 30 de mayo, el Primer Tribunal Unitario en Materia Penal del Primer Circuito, modificó la resolución emitida el 24 de febrero de 2022, por el juez de Distrito Especializado en el Sistema Penal Acusatorio, adscrito al Centro de Justicia Penal Federal en la Ciudad de México, que ese día había desechado la solicitud de vincular a proceso al ex académico por este delito y solo lo procesó por Acoso Sexual Agravado. Ahora, el Tribunal Unitario en Materia Penal ha revertido la decisión y determinado sujetar a proceso, también por Tratos Degradantes, al incorregible López Betancourt.
No es una sorpresa encontrar el nombre de Eduardo López Betancourt en medio del escándalo. Servirse de este es su especialidad. Solamente que él está acostumbrado a acusar sin probar, a señalar con dedo flamígero, a descalificar y a victimizarse cuando le resulta conveniente. El asesor legal de Félix Salgado Macedonio nunca se había visto en la situación de ser el acusado y tener a la opinión pública en su contra. Tampoco había enfrentado a un adversario con la resistencia y la entereza para defenderse mostrada por la mujer que le ha dado una lección a toda la comunidad universitaria. Se llama Lourdes Ojeda Serrano y ni se ha dejado intimidar por el poderoso abogado e influyente académico, ni ha desfallecido, ni tampoco ha renunciado a su objetivo de llevar a la justicia a un conocido acosador que lleva medio siglo aprovechando las aulas universitarias.
Un elemento llamativo de la nueva derrota judicial de López Betancourt, es que a diferencia del anterior, el delito por el que ahora se le juzgará amerita prisión preventiva, por lo que esta vez la comunidad universitaria podría encontrarse con la sorpresa de conocer y atestiguar un operativo montado, ex profeso, para detener y poner a este hombre tras las rejas.
Se le detenga o no por cuestiones de edad, lo que nadie debería perder de vista son las consecuencias que la caída del expresidente del Tribunal Universitario, tendrá en la UNAM; particularmente en el proceso de sucesión en la Rectoría.
López Betancourt y su mala fama son un factor en razón de su especial cercanía con Enrique Graue. El rector ha tratado de esconderse cada vez que el nombre del personaje regresa a los primeros planos, porque todo el mundo en la UNAM sabe que don Eduardo y don Enrique han sido cómplices, por lo menos desde que el segundo llegó a la Rectoría.
Para nadie es un secreto que López Betancourt era el brazo armado, el operador de las campañas de desprestigio y de las estrategias intimidatorias con que Graue trataba de mantener, bajo su autoritario control, a las y los directores de escuelas, facultades e institutos de la UNAM.
El discurso de defensa de las mujeres y combate a la violencia de género impulsado desde la Rectoría, fue una pantomima para simular un eje de acción que en realidad nunca existió en la UNAM. Betancourt fue clave en esa mascarada, pues mientras unas violentas encapuchadas tomaban facultades y escuelas, aunque ahora no aparecen por ningún lado para celebrar el derrocamiento del mayor acosador procesado en la historia de la UNAM, él lanzaba acusaciones a diestra y siniestra, que nunca probó, contra los directores de todas las facultades tachándolos de proteger a los maestros acosadores. No es extraño que ahora se empiece a hablar de que las encapuchadas que tomaron violentamente y cerraron por meses varias facultades, eran un grupo de choque bajo las órdenes del propio Graue y su operador de las cañerías: Eduardo López Betancourt, pues hoy que deberían estar celebrando la victoria de Lourdes Ojeda Serrano, esas feministas de rostro oculto no aparecen por ningún lado.
En cambio, cada día es más sólida la impresión de que el gran acosador en la universidad se llama Eduardo y se apellida López Betancourt; un abogado guerrerense de pésima fama, conocido también por ser el defensor de un político de pésima imagen y con denuncias de acoso llamado Félix Salgado Macedonio.
La otra gran verdad es que el auténtico protector de profesores acosadores en la UNAM despacha en la principal oficina de la Torre de Rectoría. Se llama Enrique Graue y no solo promovió a gran acosador universitario, lo promovió, lo presumió y lo premio, pues lo propuso, a nombre de la UNAM, para recibir, del Congreso de Guerrero, la medalla Sentimientos de la Nación, hace unos cuantos meses.
El escándalo de acoso de López Betancourt es un misil directo a la Rectoría de Enrique Graue en la UNAM. El rector, protector de acosadores, no únicamente se ha quedado sin su guarura para infundir miedo en la comunidad. Ha perdido también su autoridad moral y si prestigio porque todos saben que lejos de detener a su amigote, lo alentó, lo protegió y quizá todavía hoy, lo siga protegiendo.
En estas condiciones, la gran pregunta es cómo hará Graue para terminar su gestión como Rector y para conducir su proceso de sucesión, sin meter a la UNAM en una vorágine, cuando ha perdido el respeto y la credibilidad de la comunidad que encabeza.