UNAM: una raya más al tigre

Eduardo López Betancourt y su protector, el rector Enrique Graue Wiechers, perdieron una nueva batalla jurídica y con ello

el bravucón catedrático y abogado ve cómo sus márgenes de maniobra se estrechan y sus posibilidades se agotan a pesar de que, inexplicablemente, aún mantiene el apoyo, y la debilitada protección, del rector de la UNAM.

Esta vez la derrota fue en el juicio de Amparo Indirecto promovido contra la segunda vinculación a proceso que se le dictó a López Betancourt. El irascible guerrerense alegaba, palabras más palabras menos, que se le trataba de juzgar dos veces, con dos delitos, por la misma conducta. Pero el Tercer Tribunal Unitario en Materia Penal del Primer Circuito rechazó su argumento al señalar que existen dos delitos diferentes: hostigamiento sexual y tratos degradantes, cada uno independiente del otro e imputables al mismo sujeto, aunque se hayan cometido en las mismas circunstancias y en momentos casi simultáneos.

La parte técnica legal del problema ya está, firmemente, en manos del aparato de justicia.  Pero la parte política del asunto está en la UNAM, concretamente en la Torre de Rectoría, cuyo basamento tiembla con cada nueva derrota del ex presidente del Tribunal Universitario.

La razón de esas constantes sacudidas en el edificio de Insurgentes Sur es diáfana para casi todos los académicos y funcionarios de la UNAM: El binomio Graue-Betancourt controló, por medio del terror basado en acusaciones genéricas de acoso, nunca probadas, pero igual lanzadas al aire desde el Tribunal Universitario, a los profesores y directivos de la institución durante por lo menos tres años. Durante ese periodo, mientras grupos de manifestantes encapuchadas tomaban violentamente las instalaciones de varias facultades como Economía, Ciencias Políticas y Arquitectura, López Betancourt señalaba, sin ton ni son, a los profesores como acosadores y a los directores de facultades e institutos, como sus protectores.

Todo el acoso a profesores y directivos que orquestaba López Betancourt tenía el permiso de Enrique Graue  y así lo entiende la enorme mayoría de la comunidad universitaria hoy. Mientras uno acusaba sin probar, el rector se envolvía en la bandera del combate a la violencia de género y, con ese pretexto, permitió que las mujeres encapuchadas suspendieran clases y afectaran el derecho a la educación de varias decenas de miles de alumnos de la UNAM, quienes vieron sus semestres interrumpidos por paros indefinidos de un puñado de mujeres que tomaban y cerraban, por meses completos, los edificios de varias facultades sin que formalizaran sus acusaciones para poder sancionar a profesores genuinamente acosadores.

Curiosamente, el día que una estudiante de posgrado en Derecho denunció por acoso al gran inquisidor, el presidente del Tribunal Universitario, el rector que prometía diariamente luchar contra el acoso la ignoró, López Betancourt trató de expulsarla en lugar de defenderse cabalmente, y las encapuchadas que asolaban las facultades, simplemente desaparecieron.

Resulta extraño, por no decir sospechoso, que cuando Lourdes Ojeda finalmente denunció ante el Ministerio Público a López Betancourt, porque en la UNAM la Rectoría de Graue le cerró las puertas, y logró su vinculación a proceso, ningún grupo feminista de los que han organizado manifestaciones y tomas violentas de instalaciones universitarias, expresara ni la menor manifestación de apoyo y reconocimiento.

El acoso es una realidad inocultable en la UNAM igual que en todas las universidades del país, públicas y privadas. Justo por eso parece increíble que la mujer que ha logrado el mayor avance concreto en la lucha contra los acosadores: llevar ante a juicio penal a una autoridad universitaria de primer nivel por hostigamiento y tratos degradantes, no tenga ni el respaldo, ni el reconocimiento, ni tampoco la solidaridad del rector que  hizo del combate al acoso la bandera de su gestión, ni de esos grupos feministas, encapuchados o no, que tantas protestas han organizado, en busca de lo que Ojeda Serrano, logró sola.

Más extraño resulta aún que, a partir de que el ex presidente del Tribunal Universitario de la UNAM y compañero de viaje del Rector Graue en el tema del supuesto combate al acoso, fuera acusado por el Ministerio Público, las encapuchadas desaparecieron de la UNAM.

Estos son algunos de los razonamientos, de las ideas y también de las sospechas que se intercambian todos los días entre profesores y profesoras de la UNAM, quienes cada vez más abiertamente cuestionan la forma en que el rector Graue permitió que un acosador, López Betancourt, encabezara el Tribunal Universitario y desde ahí iniciara las cacerías de brujas que caracterizaron a la UNAM durante los dos años previos a la Pandemia.

Parece inevitable que el doctor Graue, cuyo rectorado está llegando a su fin, pase a la historia como el Rector que simuló combatir el acoso sexual, aunque en realidad solo utilizó el tema para controlar la narrativa en la UNAM, mantener a raya a los académicos y generar una falsa y frágil gobernabilidad, en detrimento del prestigio y reconocimiento de la institución, ayudado por su eterno compadre: el ahora procesado penalmente, Eduardo López Betancourt.

Eduardo Ramos Fusther
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@RamosFusther
Licenciado en Derecho (TEC), Licenciado en Seguros y Fianzas y Administración de Riesgos (Universidad Marista). Maestrante en Pedagogía (Universidad YMCA). miembro del Consejo Nacional de Honor de la Academia Nacional de Periodistas de Radio y Televisión (ANPERT). Titular de "El Punto Crítico Radio". Editor del periódico El Punto Crítico. Con 50 años ejerciendo el periodismo. 

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