Inadvertida para muchos, perdida entre el tsunami informativo desatado por Xóchitl Gálvez, la noticia del regreso de
Juan Ramón de la Fuente a México, pero especialmente a la UNAM, no ha recibido ni la atención y la valoración debidas por sus implicaciones.
El embajador de México en la ONU es miembro de la 4T. Ha trabajado durante casi cinco años en y para el gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Verlo de otra manera es cerrar los ojos ante la realidad.
En ese período, De la Fuente ha sido un testigo mudo, pero testigo desde la primera fila, de los recurrentes y mal fundados ataques del presidente contra la UNAM. Guardó silencio cuando AMLO denunció que la universidad se había derechizado a pesar de que la enorme mayoría de sus alumnos son hijos de familias pobres. Calló cuando, en plena pandemia, el presidente y su secretario de Salud pretendieron que los estudiantes de Medicina de la UNAM se jugaran la vida en los hospitales, sin insumos básicos para su protección, ni vacunas, para atender el agujero provocado en el sistema por la liquidación del Seguro Popular y la creación del fallido INSABI. El embajador también miró hacia otro lado cuando, para justificar la contratación de médicos cubanos cuya especialización y competencias están en duda, López Obrador acusó a la UNAM que dirigió Juan Ramón, específicamente a su Facultad de Medicina que también dirigió De la Fuente, de no haber formado suficientes médicos especialistas para cubrir las necesidades del país.
Las descalificaciones por neoliberal y derechista, elitista y aspiracionista, dedicadas a la UNAM por el presidente, solo han merecido el silencio cómplice del exrector que hoy anuncia el regreso a las aulas y a su plaza de profesor emérito.
Ante la evidente campaña gubernamental contra la universidad, orquestada desde Palacio Nacional y operada por el vocero presidencial, Jesús Ramírez Cuevas, ver como casual el regreso de Juan Ramón de la Fuente, justo cuando arranca el proceso de selección del próximo rector, sería una ingenuidad inadmisible.
De la Fuente es parte de la 4T y al igual que el presidente, opera en la sucesión presidencial a favor de Claudia Sheinbaum, para quien hizo campaña dentro de la UNAM cuando esta buscaba la Jefatura de Gobierno. Ahí, en el proyecto lopezobradorista y no en la UNAM, está su lealtad. Esas afirmaciones derivan de hechos concretos, no de interpretaciones.
Normalmente, la explicación más sencilla es la correcta y a partir de las señales, las acciones y los compromisos del exrector, se puede concluir con absoluta seguridad, que Juan, Ramón de la Fuente, regresa a la UNAM para interferir, ilegítimamente, en el proceso de elección del sucesor de Enrique Graue, y lo hará operando para lograr que la Junta de Gobierno designe a un alfil de López Obrador. El embajador en la ONU regresa para, desde dentro, operar la entrega de la UNAM a la 4T.
"No más ciego qué quien no quiere ver"...