Apodos, Intolerancia, Repudio, Linchamiento, Asesinatos

En esa ruta, de acciones hasta dónde vamos a llegar o hasta dónde vamos a permitir que nos lleven. Cuando usted desgraciadamente se tope con un

asaltante o delincuente, usted seguramente creerá que no se atreverá a hacerle daño, en principio así lo pensará, pero las teorías del delito y la criminología sostienen que los delincuentes, no piensan como usted, no piensan como sus víctimas, piensan como delincuentes y actúan en consecuencia.  

Un compañero de secundaria, era hijo del dueño de una famosa cadena de escuelas de karate, Okinawa Karate Do, Antonio Márquez Plasencia, famoso por las patadas elevadas que eran su especialidad, desde luego con todas las cintas que pudieran lograrse, experto en karate. Un día visitando a su novia por el rumbo Tacuba, por Mariana Nacional se topó con su destino, un delincuente con un cuchillo y el no fue capaz de defenderse, porque dijo – nunca creí que me apuñalaría – afortunadamente un médico de un hospital cercano lo llevo a tiempo a que lo atendieran, perdió varios centímetros o más de intestinos, pero se salvó, no pensó como delincuente.   

En la Francia del terror, inmediato a la revolución francesa, París, estaba organizada en comunas – juntas de vecinos – por calles o cuadras, encargados de vigilar y denunciar a quienes – inventaban – cargos para acusarlos de traición a la Revolución, que en juicios sumarios eran condenados y llevados a la guillotina. El odio del pueblo bueno y sabio, desatado, ese mismo que sentenciara a Cristo en la consulta que convocara Pilatos en Jerusalén, esa misma turba, se transformó en la corte de los milagros lo repitió 1753 años después, en 1789 en París, encabezada por Marat y Robespierre, la oclocracia anunciada por Polibio el año 168 antes de Cristo; esos vecinos que aprovecharon sus resentimientos, odios y frustraciones contra sus mismos hermanos franceses, que viven en las cloacas del mundo, esperando que la maldad de un hombre les de la libertad, por encima de la ley para erigirse en jueces movidos por sus miserias humanas – no nos referimos a las económicas – por supuesto que no a esas, a las peores, las de quienes en el desenfreno de sus agravios – justificados o no – liberan sus sentimientos de venganza contra todo o todos los que les contradigan, exactamente igual que como los describió Anatole France en “Los dioses tienen sed”.     

Hitler, Mussolini y Goebbels también lo sabían y desataron esos mismos odios reprimidos contra el pueblo judío, pero además contra todo lo que se oponía a sus designios o caprichos.  

El artículo 108 Constitucional establece “Durante el tiempo de su encargo, el Presidente de la República podrá ser imputado y juzgado por traición a la patria, hechos de corrupción, delitos electorales y todos aquellos delitos por los que podría ser enjuiciado cualquier ciudadano o ciudadana.” Acusar de traición a cualquiera ante la turba, poco leída y muy adoctrinada, es una sentencia de muerte.   

A propósito del linchamiento que ha encabezado el presidente, desde Palacio, días antes de la discusión de su iniciativa de Ley de energía, amenazó con dar a conocer la lista de los diputados que votaran en contra, como si en México estuviera prohibido disentir, habló de listas, pero Claudia Sheinbaum cuando se refirieron a unas listas, declaró categóricamente que hacer listas era propio de Dictadores, contradiciendo a su mentor.  

Hoy se ha desatado una cacería y persecución en México en contra de disidentes del actual régimen. Todo comenzó como comenzamos con el título de ésta colaboración, apodos, intolerancia, repudio, linchamiento, hasta donde hemos de llegar hasta los ¿asesinatos? Es muy fácil ordenarle a la delincuencia, que hoy se enseñorea en nuestro país, como brazo armado de la 4T, diputados, periodistas disidentes amenazados, que poco a poco irán formando la resistencia nacional. Quizá usted no lo crea, pero, pero de aquel lado, recuérdelo, no piensan como usted.   

Eduardo Sadot Morales

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