Igual que antes la manera despectiva y sin creatividad, los candidatos a la presidencia han pasado de jamelgos famélicos o equinos sobrados,
a tapados descarados – sin caras – históricamente este ha sido el penoso andar de los aspirantes a la presidencia de México.
Durante los años dorados de los gobiernos priistas, los presidentes designaban a sus sucesores, el partido en el poder ungía al designado, la cargada – palabra que formó parte del vocabulario de la época – para describir el apoyo de los priistas a favor del candidato que, de antemano se sabía que sería el presidente.
México ha superado muchos problemas, México es mucho más grande que sus problemas, así lo ha demostrado su historia.
El presidente se ha entercado en ser como eran antes, por ello insiste en imponer a su sucesora, en lugar de dejar que el pueblo se manifieste, gasta millones en promover su imagen y las de sus “corcholatas” porque ese fue el nombre que le merecieron sus eventuales sucesores.
Un presidente que miente a diario – yo no entiendo como los jóvenes creen mentiras – cómo les creen también a los ecologistas, que del tren maya sin certificado ambiental, guardan silencio cómplice los jóvenes que se sienten ecologistas.
El ejercicio democrático ha de permitir el arribo de nuevos protagonistas, nuevos rostros y nuevas ideas con visión a futuro y no con la mirada perdida en el pasado, rumiando sus frustraciones, ese no es el México moderno, tampoco el México con el que soñamos todos.
Mal para obrador no entender las reglas de la política, sus cercanos le temen nomás, porque en un arranque de ira – que los tiene frecuentes – les quite todo, entonces son cautos y procuran no acercarse mucho. Pero cuando pierda el poder lo harán añicos, así ha sido y no tendría por qué ser diferente, todos los precandidatos sin excepción juegan igual y ya en el poder saben que “muerto el rey, viva el rey” pero no el rey muerto, sino el vivo que ocupó su lugar. Sin embargo, ese pequeño detalle no lo cree obrador, no lo imagina, ni lo quiere visualizar, pero como el aeropuerto y la pandemia, la realidad lo pondrá frente a los espejos como en el más puro estilo cervantino al quijote.
El cambio de tapados a corcholatas no genera ningún cambio, más allá del nombre, venido a menos por cierto, pero es lo mismo.
Corcholatas y más latas u hojas de latas, las del presidente, una Sheinbaum enredada en sus propias palabras con los casos del Rebsamen y la línea doce, protegiendo – por complicidad, acaso – a la exdirectora del metro que goza de impunidad y libertad la señora Serranía, y su capricho por reducir presupuestos a gusto del presidente obrador, hasta estrangular el mantenimiento del metro de la CDMX, con austeridad malentendida.
Un Marcelo Ebrard que si bien su trabajo es el extranjero, la corrupción campea en su dependencia como en los trámites de pasaportes, pidiendo dinero en la delegación del aeropuerto de la ciudad de México y otras más evidencian su carencia de control en su dependencia. Un secretario de gobernación César Augusto, igual o más intolerante que el propio obrador, más los que se acumulen en las ocurrencias de palacio, pero claro, silencio para el que brilla con luz propia, no la de obrador, pero que sabe de lealtades e instituciones, Ricardo Monreal, si el presidente fuera menos pueril, caprichoso y berrinchudo, seguro que le apoyaría, pero eso es un sueño imposible, que al tiempo, lo escribimos desde ahorita, obrador rumiará su arrepentimiento cuando se vaya a su rancho.
Nota. Las palabras en minúsculas, en este y otros escritos, no son error de dedo, es la descripción escatológica que todos entienden a quien se refiere.
Eduardo Sadot
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