2015. El voto y el país que tenemos de frente.

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México, 2015. Se avecina un proceso electoral en medio de un huracán de grandes problemas en los que naufraga nuestro país. Venimos de un 2012 en donde el partido hegemónico del Siglo XX (con todo lo que representa) recuperó la presidencia,  después de doce años de una transición que dejó más preguntas que respuestas y más problemas que soluciones.  La violencia no dejó de escalar, y alcanzó niveles insospechados.


A poco más de dos años, la situación no es muy diferente. Apenas en septiembre pasado sucedió una de las tragedias más grandes por las que ha pasado nuestro país, que sin duda, lo marcará por mucho tiempo  y dejará un rastro histórico sólo comparable con contados acontecimientos de nuestra historia: El caso Ayotzinapa.
El sentir del mexicano es sin duda de desconcierto, sinsabor, apatía. La encuesta sobre cultura política que realiza periódicamente la SEGOB (ENCUP), en 2012 arrojó que el 65% de los ciudadanos entrevistados declararon tener poco interés en temas políticos. Y es que no es para nada extraña esa tendencia; cualquiera que hojea un periódico, que navega por redes sociales, o hasta quien sintoniza la televisión, se encontrará un panorama poco reconfortante.Pero por otro lado, nuestro país se encuentra en un momento que demanda, como nunca antes, nuestra participación. Afortunadamente ya no vivimos en el México de 1950, en donde sólo una voz podía ser escuchada, sólo una línea editorial consultada y sólo una visión de la realidad concebida.
Entiendo a las iniciativas ciudadanas que promueven no votar. Pero dos cosas 1. Para que tenga peso político suficiente se necesitarían niveles de abstención muy grandes,  cosa que no sucederá; ya que en las elecciones intermedias, los partidos políticos son especialmente cuidadosos en movilizar sus maquinarias electorales y lamentable (y consecuente) mente terminan por determinarlas estas prácticas. 2. Por el contrario, si decidimos participar, podríamos evitar que las elecciones las definan las redes clientelares, que el voto informado le haga contrapeso al voto duro y poder ejercer mecanismos democráticos básicos (que por cierto, es triste que en México aún no sean cien por ciento efectivos) como el voto de castigo.
Lo que sí podemos hacer  es organizar comités ciudadanos que se encarguen de revisar las propuestas de los candidatos (ya que lamentablemente uno de ellos tendrá que llegar al Congreso o al Poder Ejecutivo estatal) y que constantemente presionen al ganador para que gestionen y hagan realidad sus promesas de campaña. OJO Si algo propicia el no cumplimiento de las propuestas de los candidatos, es la apatía de la población a la que representan. A falta de alguien que les genere presión, pueden gestionar su agenda a diestra y siniestra, sólo de acuerdo a sus intereses y objetivos personales.
Lo que sí es un hecho, es que el cambio y la verdadera salida a la crisis social y política actual, tiene que ser desde abajo; desde la sociedad. Menos en la recalcitrante máxima de que El principal problema de México, son los mexicanos.
Si no tomamos un papel proactivo, y al menos demostramos interés y voluntad de cambiar los problemas por soluciones, la elite política y económica no dará un giro de 180 grados jamás; porque sencillamente no tiene motivación para hacerlo.
Tenemos entonces en 2015 una puerta abierta, una oportunidad para ejercer nuestro peso y cargar la balanza a nuestro favor. En política las decisiones giran hacia el frente que ejerce más fuerza, y poco a poco nos daremos cuenta que tenemos más peso del que siempre creímos tener; que nuestros gobernantes no son figuras faraónicas a las que es imposible acceder; y que al contrario, son seres de carne y hueso, que son posibles de influir si ejercemos el peso necesario y tocamos la puerta adecuada.
Es mentira que el barco ya se haya hundido. Es hora de tomar el timón.