La riesgosa apuesta de Peña

SINGLADURA

De cara al “año difícil” que vive México, según la definición  de este 2015 en el tercer informe de gobierno del presidente Enrique Peña, éste hace una indispensable  pero riesgosa apuesta a recuperar la expectativa de los mexicanos en la segunda parte de su

gestión.
La apuesta por la recuperación de la expectativa de la gran mayoría de la población, “lastimada” por todo tipo de situaciones, todas ellas bien conocidas y, peor aún, sufridas por los mexicanos, parece el fondo y el principal objetivo del contenido del tercer informe presidencial.
Más allá de la multiplicación de cifras sobre presuntos avances, Peña sabe que la debilidad de su gestión se acentúa –allí están las encuestas- por la pobre percepción ciudadana de su gobierno, que en el último año –este 2015- se desplomó en medio de magros resultados, escándalos de todo tipo que pegaron  en la línea de flotación y una economía que en el mejor de los casos da tumbos junto con la mayoría de los mexicanos, aferrados a una lucha por la sobrevivencia cotidiana.
Poco alivia a la población en general el argumento gubernamental de que la crisis interna –desplome del peso, precariedad laboral y carestía, entre otros- deriva de un contexto internacional adverso.
Sin escala alguna ni análisis que valga, la población atribuye predominantemente al gobierno  la precariedad económica que la subyuga en forma cotidiana.  
El propio Peña reconoció en su informe con base en un estudio del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), que dos millones de mexicanos pasaron a formar parte de la población en condiciones de pobreza, contra apenas cien mil que salieron de la pobreza extrema.
“Esta situación nos obliga a redoblar esfuerzos, a seguir dirigiendo la política social a quienes más lo necesitan y así acreditar, en la siguiente evaluación, que estamos reduciendo la pobreza”, dijo Peña, en un claro propósito de hacer creer a los electores de que el futuro será menos aciago, pero sobre todo de elevar la pobre expectativa en el gobierno, también sacudido por la generalizada percepción pública de que es poco lo que puede esperarse en  los tres años siguientes.
De hecho, esta percepción de agotamiento del sexenio en sólo  tres años se fortaleció a partir de los recientes cambios en el tren ejecutivo y de la anticipada carrera por la sucesión presidencial.
En este esfuerzo presidencial de elevar la expectativa y romper el desánimo y la desconfianza que él mismo reconoce, Peña dijo que “lo que sigue ahora es transformar positivamente la vida de millones de mexicanos”.
Añade que “cambiar las situaciones cotidianas de inseguridad, injusticia y corrupción; de falta de oportunidades, pobreza y desigualdad; es justamente lo que me mueve a trabajar por México”.
Para remachar esta perspectiva presidencial sobre la urgencia que tiene el gobierno de mejorar el ánimo nacional y con ello el descrédito del gobierno, Peña dijo que “México está destinado a ser una de las naciones más prósperas, de mayor bienestar para su gente y motivo de inspiración para el mundo”. Ojalá.
La apuesta de Peña es clave, pero desde ahora parece altamente riesgosa en un año como el próximo que se avizora altamente complejo. Veremos. Fin
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